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Que el comienzo del nuevo ciclo político sirva para que la política deje de ser una guerra de falsas acusaciones y calumnias que luego no son desmentidas. Por el contrario, que esa “creatividad” para identificar trapitos sucios del “oponente” y ese valor para mancillar honores sin ningún tipo de filtro ni reflexión se utilicen para buscar soluciones y encontrar consensos entre las persistentes diferencias que nos dividen. Que llamar “terrorista” con tanta ligereza a cualquiera que no piense como tú sea sancionado, porque lo único que se logra con esa cantaleta es minimizar los años de horror que vivimos en el Perú y profundizar las heridas que aún se mantienen abiertas. Lo mismo con llamar ladrón, narco o violador de DD.HH. a todo el que esté en el bando contrario. Las responsabilidades son individuales y quien delinquió debe pagar, pero generalizar solo puede llevar al error.

Parte de esa energía malgastada debería estar orientada a escuchar más a quienes más lo necesitan y a solucionar los problemas que marcan de dolor la vida de millones de peruanos. Pienso en el movimiento #NiUnaMenos como ejemplo de ese dolor silenciado que ahora encontró un espacio de expresión: cientos de miles de mujeres agredidas, violadas y asesinadas que no eran atendidas ni escuchadas, a quienes el Estado les daba la espalda y que no hallaban formas para revertir esa violencia institucionalizada y normalizada. Escuchémoslas a ellas y también a los que viven bajo las heladas de la sierra, a los que duermen sin saber qué comerán al terminar el día, a todos los que siguen invisibles para el Estado. En vez de acusarnos y desgastarnos, que este nuevo comienzo sirva para revertir esta situación. Feliz 28 de julio.

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