El reciente terremoto en México nos hace recordar la fragilidad de nuestra tierra y el peligro que se cierne sobre las ciudades que se edifican en zonas sísmicas. Nuestro país está inmerso en el Cinturón de Fuego del Pacífico, que es una cadena de fallas geológicas, y es evidente que tarde o temprano la capital o cualquier otro departamento del Perú sufrirá las consecuencias de los embates de la naturaleza.

Un terremoto en Lima, que tiene un silencio sísmico prolongado, ya dejó de ser un mal augurio o un pronóstico apocalíptico. La realidad dice que en algún momento estaremos en ese escenario de emergencia y destrucción.

Un sismo de gran magnitud ocurrirá en algún lugar del país. Eso no se puede evitar, pero lo que sí debemos hacer es estar prevenidos. Tener una mochila de emergencia es vital, pero también es importante participar y tomar con seriedad los simulacros que con frecuencia se realizan a nivel nacional. Solo así lograremos eficacia para eludir los riesgos de un terremoto y se podrían salvar muchas vidas.

Hay otras acciones complementarias, como instalar un sistema de alerta temprana para evacuar ante casos de sismo. La diferencia entre la vida y la muerte puede ser de algunos segundos.

Por otro lado, hay que tomar con mucha conciencia la labor de construir casas y edificios. No solo es clave el tema del suelo donde se levanta una casa, sino que sean antisísmicas. Es muy preocupante que gran cantidad de viviendas de la capital se ubiquen en pendientes de cerros y otras hayan sido construidas de modo informal.