Para un amplio sector de la oposición venezolana, el presidente Nicolás Maduro debe dejar el poder cuanto antes. Algunos en la desesperación señalan que debe hacerlo de cualquier manera. Henrique Capriles, que ha estado notoriamente ausente desde las elecciones de 6 de diciembre de 2015 en que la Mesa de la Unidad Democrática le arrancó al gobierno chavista el control de la Asamblea Nacional, acaba de llamar a la celebración de un proceso revocatorio del mandato de Maduro. Otros más destemplados y pragmáticos le exigen que renuncie ipso facto. La razón principal que aluden es que Maduro no va a cambiar de ninguna manera el modelo económico que se impone en Venezuela y que le ha costado al país la quiebra económica total y junto a ella, la fractura de la institucionalidad de una Venezuela en que se va haciendo añicos por la irresponsabilidad un régimen dislocado y anquilosado. Maduro inició su mandato el 19 de abril de 2013 y para su conclusión todavía faltan unos tres años y en las actuales circunstancias realmente se trata de un montón de tiempo. En la balanza hay ventajas y desventajas muy serias sobre si conviene o no que se acelere su salida. Tengamos en cuenta que no se va a quedar de brazos cruzados sin hacer nada para impedirlo, sobre todo cuando mantiene un control de todo el aparato militar y policial a su antojo. Maduro y sus camaradas son de armas tomar y ya se les ha visto actuar. Venezuela, entonces, se puede convertir en un país violento si no prima la sensatez, la del régimen para ser tolerante y la de la oposición para ser estratégicamente paciente. La oposición ya ha logrado un gran paso y ahora debe primar la cautela.