La mejor forma de conseguir objetivos concretos es mediante la cooperación. Por eso, el país necesita ministros facilitadores, cooperantes de la política (cooperatores rerum publicarum) capaces de comprender el idioma del poder y, a la vez, la técnica del buen gobierno. Solo de esta forma es posible lograr una síntesis capaz de generar riqueza, desarrollo y estabilidad institucional. Los ministros que cooperan en lugar de bloquear son un activo fundamental para toda política y su labor ha de ser promovida y reconocida. En el poder hay momentos para todo, instantes donde es imprescindible tender la mano y circunstancias donde se impone pasar a la ofensiva. El ministro que equilibra y controla, el ministro que lidera y coordina es un actor esencial, un patriota irremplazable.

Ese era el caso de Don Álvaro Becerra, ministro de Industria, Turismo e Integración durante el gobierno de Fernando Belaunde. Becerra perteneció a esa gens reducida de ministros capaces de solucionar los problemas del Estado apelando a medidas que combinaban un claro conocimiento tanto de la tecnocracia como de la política. Pues bien, Becerra decidió realizar un último servicio a su país al escribir unas memorias ponderadas donde recoge su experiencia como estadista. Su libro póstumo “Yo, Ministro” acaba de ser publicado por la Universidad San Ignacio de Loyola y, como Raúl Diez Canseco sostiene en el prólogo, se trata del mensaje vital de un “extraordinario Ministro, un hombre de bien, generoso y comprometido con el Perú”.

Las personas son esenciales para la política. Es imposible que las instituciones funcionen si carecen de un liderazgo adecuado. Cuando estas personas elegidas por la Providencia elevan su voz desde la ultratumba, se torna imperioso escucharlas, meditar sus enseñanzas y propagar su ejemplo. Las memorias de los patriotas contienen reflexiones sabias que un pueblo digno e inteligente siempre tiene que atesorar.