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Para nada es un gusto hablar de las desgracias ajenas, más aún cuando se trata de una autoridad cuya labor influye en la comunidad. Pero, hay que analizarlas. Y, como verán, se trata nuevamente de Waldo Ríos Salcedo, el gobernador regional de Áncash que vuelve a prisión, esta vez, en una celda diferente a la que lo albergó por corrupción. Y sus electores lo sabían.

Cinco años de prisión efectiva por el delito de colusión desleal, en un caso que se origina cuando fue alcalde de Huaraz en 1999, es parte de la reciente condena que también le exige una reparación civil de 8 mil soles. Es un proceso que, tal como se presentaba, iba a terminar con una sentencia en contra de la autoridad. ¿Y la gente que votó por él?

Digamos que sus simpatizantes sabían del rosario que no le cuelga del cuello, sino de ese que arrastra con varios delitos encima, entre ellos el que lo ha llevado al encierro. También saben que debe probar cómo, en realidad, consiguió el millón de soles que le debía al Estado como reparación civil por haber sido el primer tránsfuga de Montesinos. Hubo colaboradores que ahora son sospechosos, junto a la autoridad, por lavado de activos.

Por si fuera poco, la gente que sigue a Waldo Ríos conoce que la promesa de campaña de entregar 500 soles a cada familia de extrema pobreza no iba a prosperar; es más, corría el riesgo de cometer un delito si echaba mano del presupuesto para regalar dinero y que merecía una investigación por proponer falacias.

Entonces, las personas que eligieron a este personaje para ser su máximo representante en la región debieron condenarlo antes que los miembros de la Sala Penal Liquidadora de la Corte Superior de Justicia de Áncash. ¿De qué manera? Dándole la espalda en las urnas. No lo hicieron, ahora vayan a visitarlo a prisión. 

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