El fortalecimiento creciente de la neurociencia, desde la década de los 90 a la fecha, ha generado cambios radicales en las antiguas concepciones sobre los procesos mentales que tienen que ver con el comportamiento moral del ser humano y sus bases biológicas.
Uno de sus avances es la localización de áreas específicas en la corteza cerebral relacionadas con la conducta y el juicio moral, esto es, la capacidad para procesar lo que es bueno y malo, según los valores éticos del momento histórico. En otras palabras, existe una red “neuromoral” en el cerebro o un hardware dedicado a la moralidad en la persona.
¿Cómo funciona el cerebro moral de los líderes políticos peruanos envueltos en la corrupción en el ámbito del Estado? Asistimos, en estos días, a un indeseable espectáculo judicial que involucra a tres expresidentes.
Según el médico neurocirujano Dr. Carlos Alvarez Peña, director de la Clínica Neuroquirúrgica Alvarez, las sociedades mundiales se encaminan hacia las “neurodemocracias”, es decir, un modelo de sociedad democrática fundado en las neurociencias.
En breve, los Estados podrán prevenir y evitar el ascenso de gobernantes corruptos mediante filtros tecnológicos basados en el estudio de las áreas de la corteza prefrontal, orbitofrontal, ventromedial y otros del cerebro de los aspirantes a conducir el destino de millones de personas en el mundo. Lo que sigue es una parte del diálogo que sostuvo con este diario.
¿Puede la neurociencia ser una herramienta científica para evitar que los países sean gobernados por corruptos o potenciales corruptos?
La neurociencia debería ser el gran filtro para elegir a nuestros gobernantes. El mandatario es un individuo a quien la sociedad le da una orden. Le dice: “conduce nuestros destinos por tanto tiempo”. Pero, ¿qué control tenemos los ciudadanos de que este individuo está realmente bien articulado en sus parámetros morales y su juicio de lo correcto e incorrecto? ¿Tiene capacidad de ver las cosas a mediano y largo plazos? ¿Tiene un concepto estratégico de a dónde quiere conducir a la nación? Debería haber un filtro para esto. Entonces, si nosotros queremos tener un país mejor, ¿quién nos dice que nuestros próximos gobernantes no van a ser corruptos? ¿Hacemos más leyes draconianas? ¿Le cortamos una mano? ¿Los metemos en prisión y les quitamos todos sus bienes? ¿Satanizamos su apellido? La evidencia indica que por ahí no es el camino. Probablemente sea la neurociencia lo que le permita a los Estados y naciones hacer una evaluación previa, es decir, el control moral de estos individuos.
Si tomamos la figura del expresidente Valentín Panigua, sabemos que su nivel de control moral estaba bien alto para el concepto de lo bueno y malo para el país. Probablemente también es el caso del presidente Belaunde Terry. Uno puede discrepar de sus gobiernos, pero nadie los puede acusar de corruptos.
(Neurocirujano Carlos Alvarez)
¿Está hablando de ciencia ficción?
No. Estamos a un paso. Imagínese usted, un mundo próximo donde parte de los requisitos para ser gobernante local, regional o nacional sea pasar por una evaluación neurocientífica, donde se establezca cómo está hecho su cerebro. Si lo ponemos ante ciertos dilemas morales se encienden las alarmas cerebrales que confirman si el candidato toma decisiones basadas en la moral, en la emoción, en la protección de terceros. Esa prueba podría demostrar cuán empático es el candidato. De repente puede ser un buen gerente, pero no un buen gobernante.
¿Bajo ese filtro hipotético podríamos tener una mejor calidad de gobernantes?
En los países que luchan contra el terrorismo ya se están desarrollando herramientas sofisticadas para, a través de un sistema parecido a los potenciales evocados, saber cómo reacciona ese cerebro frente a los dilemas morales.
¿Qué quiere decir con potenciales evocados?
Es cuando yo le lanzo un estímulo y veo qué zonas de su cerebro se activan eléctricamente. Eso se ve a través de traductores eléctricos, pero también pueden hacerse a través de resonancia magnética funcional.
¿Sería un remedio contra la pandemia de la corrupción?
Cuando los parámetros de la zona que tiene que ver con el control moral estén bien establecidos, ese día esto se podría aplicar a nuestras democracias. Y nuestras democracias actuales serían en el futuro “neurodemocracias”. Las dictaduras son una desgracia. La democracia es lo mejor que tenemos, pero están afectadas por pandemias de corrupción en el mundo. ¿Hay alguna forma de mejorar nuestra democracia? En una época en la que la neurociencia ha desarrollado la neuroética y la neuromoral y la neurobiología, la “neurodemocracia” será una opción como un sistema de protección de nuestro país ante eventuales gobernantes fallidos que deciden la vida y el futuro de millones de personas.
¿En cuánto tiempo estima que esto podría comenzar a ser una realidad?
En el año 2003 fue terminado el estudio del mapa del genoma humano, o sea, el estudio de todos los cromosomas. A partir de eso el desarrollo de la neurociencia ha ido creciendo velozmente. El desafío de la neurociencia es poder evaluar a estos gobernantes corruptos que cruzaron la línea de lo moral y evaluar esos cerebros. Hacer resonancia magnética funcional en estos individuos y ver si tenían en ellos el control de las decisiones.
¿Cómo se refleja en el cerebro de un líder político corrupto el éxito de la impunidad?
En la parte estructural del cerebro existen los circuitos de la recompensa. El cerebro tiene el circuito de la recompensa. Eso se ve en el amor, en el sexo, en la crianza, un mérito en su trabajo genera una tremenda liberación de hormonas en su cerebro que provoca placer, es decir, neurotransmisores, endorfina, serotonina, dopamina. Todas estas sustancias están asociadas con el placer que se siente al consumir drogas.
(Izquierda: “Beto” Torres despilfarró fondos de comuna de Chiclayo/Derecha: Gobernador chalaco duerme en penal de Ancón)
Cuando un político corrupto realiza con éxito una operación ilícita que beneficia su patrimonio personal, ¿cómo se refleja en sus áreas cerebrales morales?
Diríamos que esta persona debe tener una gran repercusión en sus circuitos de placer, porque, mas allá de lo racional o irracional, tiene que haber en su cerebro la liberación de ciertas sustancias que le ocasionan placer. Esto ocurre en el sexo, con el poder o en el hecho de poseer bienes. Hay una recompensa bioquímica de confort, de placer para la persona que haga esto. Siempre empezando con cosas chiquitas hasta lo más grande.
Cuando un político logra la impunidad, una sanción mínima o ninguna ¿induce a su cerebro a repetir el placer?
Claro que sí. En esas personas se crean circuitos de recompensa y es muy probable que esa sensación de placer, que obtuvo burlando las normas morales y los sistemas legales, lo lleven a volver a cometerlo. Pero hay un problema más grave. Los primates, como el ser humano, tenemos una célula descubierta recientemente llamada células en espejo. No se conocían antes. Si usted se pincha con una aguja un dedo yo puedo sentir aversión por lo que usted está haciendo. A mí no me está doliendo, pero tengo en mi cerebro la posibilidad de copiar con bastante cercanía la emoción que usted siente. Esto, finalmente, nos permite la condición de empatía con los demás. Ello quiere decir me puedo poner en tu lugar. Pero cuando una persona joven ve que un personaje determinado es corrupto y le va bien, las neuronas en espejo de ese joven copia esa imagen. El ser humano es imitador de muchas cosas. Esa empatía es tremenda. Como parte de la cultura de mi sociedad estoy interpretando que, finalmente, ser corrupto da placer, da éxito y eso da lugar a una generación de individuos dispuestos a romper el sistema. El efecto epidémico de la corrupción existe.
La ambición por el poder y el dinero es natural en los seres humanos, pero ¿qué pasa cuando está fuera de control?
En todos los cerebros hay hedonismo. Hay personas que viven el placer sexual como eje de sus vidas, otras tienen como base el poder per se. Por ejemplo, Nicolás Maduro pelea solo por el poder, no tanto por el dinero. Entonces, algo debe estar pasando en el cerebro de Maduro para tener cero empatía con lo que está pasando con el resto de su comunidad, pero persiste en su intención de gobernar un sistema. Un trastorno debe haber en ese cerebro, funcionalmente hablando, que le impide ser empático con sus conciudadanos y no tener un límite.
¿Hay un sentimiento de superioridad en el líder político que realiza con éxito una operación financiera corrupta con impunidad?
Sí, definitivamente. Se siente exitoso y superior. Si no hay castigo, nunca incorpora dentro de su estructura cerebral la noción de que fue incorrecto. Ejemplos sobran en la historia. La impunidad refuerza la propensión a destrozar las normas éticas, porque los circuitos de placer son reverberantes y fortalecen la conducta que está llevando a cabo.
PERFIL
Carlos Alvarez Peña
Neurocirujano e investigador
Máster en neurociencias, Universidad de Barcelona. Director de la Clínica Neuroquirúrgica Alvarez y director del Instituto del Cerebro y la Columna Vertebral. Miembro de la Association of Neurological Surgeons, miembro de la Sociedad Peruana de Neurocirugía. Certificado por el Educational Commission for Foreign Medical Graduates, USA.
CIFRA
2000 Becario del gobierno francés en el Hospital Beaujon-Francia