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Psicólogo de profesión, ha combinado su carrera con el arte de las tablas. Andrés en esta entrevista habla sobre su pasión y el esfuerzo de mantener una carrera artística en un medio como el arequipeño, mirando hacia el futuro porque está teñido de arte.
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¿Cómo nació tu pasión por el teatro?
Desde que tengo uso de razón, estuve vinculado al medio intelectual de Arequipa por mis padres, lo que incluía ir al teatro todas las semanas desde pequeño, aunque las obras no fueran infantiles. Además, mi mamá hacía teatro en la ANEA, y luego una de mis hermanas mayores empezó a hacer teatro, y yo la acompañaba siempre, pero era muy tímido para subirme al escenario. Ingresé a talleres de teatro en la ANEA y al taller de Hugo Riveros; después, empecé a hacer “Mimo” con José Alvear durante 5 años con el grupo “La Rosa Acerada”, y luego ingresé al teatro universitario.
¿Cuál ha sido la obra o personaje que más te ha marcado como actor y por qué?
Hay dos personajes; ambos mostraron todo lo que podía hacer en escena, y aún hay gente que se acuerda mucho de ellos: el “Viejo” de “Las Sillas” de Eugene Ionesco y los varios personajes que interpreté en “Sin Complejos”. Ambas obras fueron dirigidas por Luis Álvarez. En cuanto a alguna obra que haya sido difícil de dirigir, quizás “Las Criadas” de Jean Genet o “Medea” de Eurípides, adaptada por Alfonso Santistevan, conllevan mucha responsabilidad por ser textos complejos.
Artescénica ha sido un referente del teatro ¿Cómo se fundó el grupo?
Conocí a Doris Guillén en la obra “Escorpiones Mirando al Cielo” y quedé muy sorprendido. Sentía que el teatro universitario, donde estuve cerca de 13 años, ya había cumplido mis expectativas. Coincidimos en los mismos objetivos con Doris, y bajo su dirección se funda Artescénica. Los desafíos fueron varios: aprender de maestros como Isola, Tolentino, Adrianzén, Los Yuyas, Arístides Vargas, Leonardo Torres, entre otros, a quienes admiramos mucho y pudimos tenerlos en la casa de Artescénica. Luego, superarse en cada puesta en escena, no repetirse, no quedarse estancado a nivel de la producción y la estética, reinventarnos siempre. Un gran desafío fue sostener la casa-teatro de Artescénica, lamentablemente no se pudo; se sostuvo por aproximadamente 11 años. Ser director adjunto de Carlos Tolentino y de Alberto Isola fue un gran reto. Enorme fue la responsabilidad de presentar “La Cisura de Silvio” de Víctor Falcón en el Gran Teatro Nacional.
¿Cómo eligen las obras que van a representar y qué proceso siguen para adaptarlas al contexto arequipeño?
La obra tiene que enamorarnos; es el primer paso para decidir hacer una obra, y hay tanto teatro hermoso en todas las épocas y en todas las estéticas. También analizamos las posibilidades de producción y el casting. Me encantaría hacer una obra de Shakespeare con 30 actores, pero eso es muy complicado en Arequipa; somos conscientes de nuestras posibilidades y de las limitaciones del medio. No siempre adaptamos al medio arequipeño, pero sí a la realidad actual para que el público se vea reflejado en la historia.
¿Cuál es el futuro y actividades que hará Artescénica en los próximos años?
Seguir haciendo teatro y hacer obras que nos enamoren.