Al recorrer el distrito de Pacanga, en la provincia de Chepén, me encontré con más de una sorpresa turística. Mi mañana empezó desayunando un buen plato de lomito saltado acompañado de esponjosas yucas y asentado con un buen café pasado. Visité su plaza principal, cuyo monumento central es una alegoría a las garzas, níveas aves que abundan en sus extensos campos de arroz. En medio de las tres alegorías, una mazorca de maíz representa el otro producto bandera pacanguino.
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Conocí Huaca Rajada, imponente monumento mochica construido con adobes en los que aún se pueden notar las incisiones de la totora con que se confeccionaron los moldes. Desde su cima se divisan los tres distritos de la provincia: Chepén, Pueblo Nuevo y Pacanga. Al pie los campos sembrados con sus diversos matices de verde realzan el paisaje.
Recorrí con entusiasmo un tramo del antiguo camino inca, el gran Capac Ñan de la costa. Su trazo es una perfecta línea recta de ocho kilómetros pudiéndose apreciar sus muros laterales de adobe. Antonio Raimondi lo menciona en sus crónicas: “[…] Me encontré con un camino llano, recto y limpio con una pequeña pared a ambos lados: era el camino antiguo, anterior a la conquista de los españoles y que en el lugar los llaman el Camino del Inca”. Este es el mejor tramo conservado del departamento de La Libertad y quizás del norte peruano, por lo que merece un mayor cuidado.
Siguiendo hacia el norte, frente al peaje de la Panamericana Norte, llegué al complejo arqueológico de Cerro Colorado, un amplio monumento mochica cuyas estructuras y muros son de piedra y barro, destacando nítidamente su rampa de acceso bastante bien conservada y otras estructuras.
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De regreso, en Pacanga me esperaba el almuerzo con el famoso “claro de chicha” como aperitivo, luego unos tamalitos y después un pato guisado con arroz graneado, todo cocinado a leña; de postre, las dulces chancaquitas pacanguinas. Una delicia.
Al atardecer, visité huaca Las Estacas, en el poblado de Caín. Su estructura está bastante deteriorada pero aún se distingue su rampa de acceso. Por un camino rural llegué al complejo arqueológico San José de Moro, uno de los más antiguos de la cultura mochica. Está ubicado en la margen derecha del río Chamán. Es considerado un importante cementerio que ha aportado una de las más ricas y finas secuencias ocupacionales de un sitio con características funerarias y ceremoniales.
El complejo arqueológico está compuesto por varias estructuras arquitectónicas de adobe. Los hallazgos más importantes del lugar son los restos arqueológicos de la tumba de la Sacerdotisa de San José de Moro; enterándome que hasta la fecha, allí, se han hallado siete.
La aparición de la luna en la inmensidad del cielo anunciaba el fin de un día cargado de emociones y descubrimientos turísticos en este interesante distrito norteño. Recomendado.