“¿Qué carajo es el amor?” (Aletheya, 2021) es una pregunta que más de uno se ha hecho, ilusionado o dolido, cuando la vida se torna distinta con ese sentimiento que, tal vez, no debería tener nombre.
Esa gran interrogante da forma al libro de cuentos y poemas que el escritor peruano Yero Chuquicaña acaba de reeditar.
¿Cuál fue el disparador de ese libro?
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Continuar escribiendo. Después de “Falsos cuentos” mi interés se centró en contar historias que abordaran otros temas de la cotidianidad que no había tocado en mis primeros relatos, sin alejarme del realismo urbano al que he sido fiel desde el principio, y eso supuso un reto en el sentido que no quería traicionar a los lectores y mucho menos a mí mismo, pretendiendo algo que está fuera de mi propósito con la narrativa: empatizar.
¿Cuál es la influencia más grande que tienen los cuentos de Raymond Carver en tu obra?
Creo que, si hablamos de “¿Qué carajo es el amor?”, preparar el terreno para al lector con más calma y después motivar un desenlace que se sintiera revelador y genuino, y eso tiene mucho que ver con la extensión de un relato para mí. Revisando mis primeros cuentos, los cuales son cortos, no podía generar ese tipo de efecto si me limitaba a contar algo en mil o dos mil palabras. Tenía que ir por más, lo cual supone un mayor desarrollo de trama y personajes, además de un planteamiento más profundo de lo que se quiere decir entre líneas.
Han pasado cinco años de su primera publicación de “¿Qué carajo es el amor?”. ¿Qué has encontrado en la relectura de los cuentos y poemas?
Admiro mucho al muchacho de 26 años que escribió esos cuentos y versos en prosa hace cinco años. Salvo por pequeños detalles, él sabía bien hacia dónde quería llegar con cada una de esas historias sin que le temblara la mano, arriesgándose incluso desde el título. Ahora escribo con mucha preparación y cuidado, antes era más avezado y rápido.
¿Cómo crees que es el amor en este tiempo tan raro y peligroso?
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Es un amor que lleva un barbijo en la boca y un atomizador de alcohol alrededor del cuello, que teme ser descubierto y luego reprendido y multado, pero sobre todo es un amor furtivo que vive en los puntos muertos de las restricciones, contando los minutos antes del toque de queda para no terminar preso. Es un amor que yo estoy viviendo y que me ha dado muchas satisfacciones.
Zygmunt Bauman, en “Amor líquido”, señala que “sin humildad y coraje no hay amor”, porque se entra en un “territorio inexplorado y sin mapas”. ¿Concuerdas con esto?
Concuerdo en que es un territorio inexplorado incluso para el más humilde de los enamorados que se lanza en heroica travesía de un amor idealizado. El terreno siempre está cambiando en ese sentido. Pero si para amar hay que ser humilde, hay que serlo doblemente para aceptar un fracaso y despojar a alguien de un amor no correspondido. Aunque me gustan las segundas oportunidades. Nunca es tarde para resarcir el daño hecho y retomar el camino.
Yero Chuquicaña
Escritor y periodista. Nació en Ilo en 1990. Estudió Literatura en la Universidad Nacional de San Agustín. Ganó el Premio Nacional de Literatura 2017 por su libro “Falsos cuentos: Taca Taca”.