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Dos años después, los moradores del asentamiento minero de Secocha enclavado en una de las gargantas de los cerros del distrito de Mariano Nicolás Valcárcel, Camaná, volvieron a ser golpeados por la tragedia. Esta vez no fue el agua de un huaico devastador lo que cegó la vida de mineros y sus familiares, sino un incendio ocurrido la noche del lunes y avivado por la precariedad de las construcciones de la zona. El fuego consumió la vida de cinco personas, entre ellas hay tres menores de edad.
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A las 7 de la noche del lunes, Olinda Mamani llamó por celular desde su natal San Roman, en Puno, a su esposo Abdón Ingalla Vargas para saber cómo se encontraba. Hablaron durante una hora y antes de despedirse, el minero le dijo a su pareja que estaba muy cansado y que dormiría en la habitación que alquilaba en una de las ocho viviendas multifamiliares y construidas con material prefabricado en un terreno de 800 metros cuadrados, entre las calles Ocoña y Urasqui del asentamiento humano Carlos Portocarrero Dongo, el epicentro del mortal siniestro.
INCENDIO
Tres horas más tarde, una densa humareda desató el pánico en Secocha. Tras el humo comenzaron a levantarse lenguas de fuego que envolvieron con rapidez las precarias viviendas en las que descansaban trabajadores y sus familias, mientras en las calles los gritos de desesperación pedían agua, que escasea en la zona, para contrarrestar el incendio.
En una de las habitaciones de triplay dormía Abdón Ingalla. Según Ronald, padrino de uno de los tres hijos del minero, su compadre no despertó hasta que sintió el humo. “Cuando abrió la puerta de su cuarto dice que todo era fuego y comenzó a correr. El fuego quemaba su ropa cuando logró salió a la calle”, dijo Ronald.
Abdón fue uno de los pobladores que resultaron heridos por el incendio contra el que la población luchó con lo que no tenía para controlarlo y apagarlo después de varias horas.
A diferencia de los demás heridos, Abdón sufrió quemaduras de segundo y tercer grado en el 60 % de su cuerpo, fue diagnosticado como un paciente gran quemado y por su delicado estado tuvo que ser referido al hospital de Camaná y de allí derivado al nosocomio regional Honorio Delgado Espinoza, donde fue internado en el área de trauma shock. Según los especialistas del hospital, se debe esperar 48 horas para determinar los efectos internos que pudieron provocar las quemaduras.
“Yo solo pido ayuda para atender a mi esposo, para salvarle la vida. Él es el único que trabaja, yo sólo me encargo de atender a mis niños” refirió Olinda Mamani
VÍCTIMAS
Con la llegada del amanecer se pudo evidenciar la magnitud del voraz incendio, que no solo había consumido las 8 viviendas multifamiliares, sino que causó la muerte de cinco personas, tres de ellas eran menores de edad.
Hilda Huancachoque Condori sostuvo que sus primos Gino Cayo Huancachoque (10) y su hermano Adri (12) fueron víctimas del fuego. Contó que su tío Hernán Cayo Huanca y sus hijos vivían en el distrito de Pitumarca en la provincia cuzqueña de Canchis y hace un año y medio llegaron al asentamiento minero de Secocha en busca de un futuro distinto. Hernán le tocó laborar en el turno de noche, por lo que dejó descansando a sus hijos en la habitación que fue consumida por el incendio que, según dijeron los pobladores, se inició por un corto circuito en alguna de las viviendas de la zona cero.
El fuego también atrapó a las hermanas Nataly (15) y Norma Papel Sencia (22). Su prima Linda Melendres Chuma (29) fue quien las reconoció ante la policía.
El minero Marco Chuma Quispe está casado con Norma y al igual que Hernán Cayo, padre de los niños, le toco laborar de noche dejando a su esposa y su cuñada descansando en la habitación que alquilaba. Mientras laboraba en el socavón se enteró de que el incendio estaba arrasando todo y cuando llegó a la zona del desastre, se derrumbó, pues su familia no había podido librarse del fuego que las envolvió hasta la muerte. Las hermanas eran de la localidad de Paruro, en Cusco, y desde hace 15 días decidieron asentarse en Secocha para tentar una mejor oportunidad de viada en la minería informal en la mina 3 de Mayo.
PRECARIEDAD
La desolación en la zona del siniestro advirtió que la tragedia pudo haber sido mayor. Según la sub prefecta del distrito de Mariano Nicolás Valcárcel, Hader Sánchez Romero, hasta el mediodía de ayer se había contabilizado 167 personas damnificadas, quienes vivían en las habitaciones de las 8 casas que fueron arrasadas. La tugurización y el material altamente inflamable y reseco por el intenso sol, facilitaron la expansión del fuego.
Además de ello, la falta de agua fue otro factor determinante. La población tuvo que utilizar el escaso recurso que tiene disponible para controlarlo y apagarlo. La compañía de bomberos de Camaná N° 35 está ubicada a dos horas de viaje y aunque se hubieran trasladado al asentamiento minero, nada habría cambiado el desenlace fatal.
El Gobierno Regional de Arequipa ha dispuesto la movilización de ayuda humanitaria desde los almacenes adelantados de Camaná, así como el traslado de carpas y casas de material prefabricado como primera respuesta para atender a las familias damnificadas. Tras la tragedia ocurrida hace dos años con el paso del huaico, nada cambió para mejorar la seguridad de los habitantes de Secocha.
Según la subprefecta, la única zona que cuenta con una explanada donde atender a los afectados está en el parque recreacional del mismo asentamiento Carlos Portocarrero. Pidieron que las familiares puedan trasladarse a la parte baja de Secocha para que se puedan instalar en el campo deportivo, donde el año pasado se asentaron temporalmente los afectados por el huaico, pero no procedió. “Hubo algunas oposiciones de la misma población así que se van a quedar en el centro recreacional. Se contabilizaron 167 damnificados hasta el mediodía de ayer, pero vamos a determinar si esos son todos o podría haber más”, sostuvo Hader Sánchez, quien también participo del levantamiento de las víctimas descartando que entre los escombros se hayan encontrado más, como se temió al amanecer de ayer.
PEDIDO
Si bien el Ministerio Público dispuso que los restos de los fallecidos sean trasladados hacia la morgue central de Arequipa para el procedimiento de su identificación legal, finalmente, los cadáveres fueron llevados hasta la morgue Camaná y allí fueron entregados a sus familias que los reclamaban. “Todos son de escasos recursos, no era necesario que los lleven hasta Arequipa”, dijo la subprefecta. El varón de 60 años es el único que no ha sido identificado hasta el momento.