En la árida torrentera entre San Lázaro y Miraflores, Mario coge con las manos dos armas de madera a la altura de la cadera. Ya no es un niño común de ocho años en la ciudad del Misti. Da rienda suelta a su imaginación y es un cowboy del lejano oeste ¡Dispara! Tal vez es el primer acto que hizo en su vida, recuerda hoy medio siglo después el referente del teatro en la región Mario Bedoya en una silla de madera del Teatro Arequipay.
A sus 69 años conserva un semblante apacible, una boina jamont beige cubre su cabeza y la evidencia del inevitable paso del tiempo. Su inicio en el mundo teatral no fue hasta 1974 con la fundación de elenco Municipal, pero el cariño al oficio llegó mucho antes.
“La primera vez que me deslumbre con la actuación fue en el cine Benique que quedaba en Miraflores. Me saque un diploma en el colegio y mi padrastro me dio S/1.20. Antes había telón en el cine y se empieza a abrir. La película era de vaqueros, desde ese día soñaba tener una pistola y un sombrero”, recuerda.
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Sobre el escenario
La habilidad de Mario para el teatro es innata. Desde sus clases de actuación en el colegio San Agustín, resaltaba entre sus compañeros de mayor edad.
Hubo un tiempo en el que su familia y padrastro querían despojarle la idea del arte. Su vestimenta diaria y calzado eran escondidos para evitar que saliera a alimentar sus sueños al cine. Con pantalones y camisa que le doblaban la talla y sin zapatos corría hasta el tranvía para cumplir su objetivo.
“Años después haciendo teatro mi padrastro fue a una función…siempre me decía ¡es de maricones! yo tenía ya 25 años y la obra era Nos tomamos la universidad. Se puso a llorar… me conmueve porque recién entendió que no era una ridiculez”, se quiebra.
Sobre el escenario interpretó más de 30 obras. La comedia Ña Catita del escritor peruano Manuel Ascencio Segura, fue su primera actuación como profesional. Su versatilidad combinó con la esencia del teatro: danza, actuación y canto.
Destacan en su carrera sus interpretaciones en la pantalla grande en la película Melgar (1982) y en la pantalla chica con la telenovela Canela (1995) en la que actuó a lado de Diego Bertie.
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A menudo, paralelo a su oficio artístico tiene otros trabajos. Desde los 15 años laboraba como operario del ferrocarril local.
“Yo hago teatro desde 1974 y desde ese tiempo siempre he desdoblado mi día trabajando y haciendo teatro. No se puede vivir del teatro en Arequipa. Es más que todo amor al arte”, añade con un suspiro.
Podría ser un buen retrato paródico de la profesión, pero le falta ironía. A Mario, como todo buen actor, la bohemia lo ha llevado por muchas ciudades. No cree arrepentirse de nada en la vida, su filosofía es la resiliencia. Sobre todo en estos tiempos de enfermedad e incertidumbre. Lo que tiene claro es el destino del teatro local.
“Hay más academias y formación. Existen grandes promesas en el ámbito local. Es un arte tan antiguo que se va adaptando a cada situación. No cabe duda que tendrá muchos años más por delante”, sostiene.