En una travesía de siete horas de viaje por carretera, desde la ciudad de Piura, se llega al complejo arqueológico de Aypate, un antiguo centro ceremonial y administrativo del Imperio Inca que ha sobrevivido a dos enemigos implacables, el deterioro del tiempo y el abandono del Estado.
Reconocida desde 1996 por el INC como “Capital arqueológica de Piura”, la imponente ciudadela de piedra constituye un testimonio vivo de la grandeza de nuestro pasado; pero, también, un grito de rebeldía del pueblo de Ayabaca para que se le conserve y, sobretodo, promuevan su existencia como lo merece.
La Asociación del Centro Provincial Ayabaquino en Piura (CPA), que preside Jaime Alva, ha logrado en estos dos últimos días poner el sitio arqueológico en la agenda regional y nacional.
Fue con una caravana turística, que se inició la madrugada del domingo y culminó ayer por la tarde, de todos los ayabaquinos residentes en Piura y a la que se invitó a la prensa para redescubrir la riqueza y grandeza de Aypate.
Una idea clara de la enorme desatención que enfrenta este importante sitio arqueológico de Piura, nos lo da el estado de la carretera que se emplea para llegar hasta las ruinas.
De hecho, de las sietes horas que toma ese recorrido, su mayor tramo se hace a través de un camino tortuoso y desalentador.
Aunque la antigua trocha, que permitía acceso a la ciudadela únicamente a pie, ya es posible transitarla en vehículo, ésta no recibe mantenimiento adecuado y ahuyenta fácilmente al turista. Algunos miembros de la CPA dijeron que los responsables están en el municipio de Ayabaca y el gobierno regional
El complejo arqueológico Aypate es una edificación inca ubicada por sobre los 2.900 metros de altura, en la zona de páramos andinos de Ayabaca. Está a sólo 49 kilómetros de esta ciudad, sobre los Andes Occidentales, y lo rodea un bosque de neblina que puede derrumbar la temperatura del lugar a apenas unos grados sobre 0.
Lo conforman edificaciones en piedra pura y finamente tallada, característico de las construcciones incas. William Calle, guía de nuestra expedición, asegura que el granito rojo utilizado allí no es de Ayabaca sino típico de Cajamarca. Se dice que el inca ordenó su construcción en sacrificadas faenas de trabajo de años para edificar lo que vendría a ser un centro ceremonial y administrativo de su imperio. Desde Aypate, cuenta la leyenda, se dominaba la zona norte de Perú y sur de Ecuador y se entrelazaba el reino a través del “Qhapaq Ñan”, o antiguo camino inca cuyos vestigios aún se pueden recorrer allí.
Al arribar, lo primero que se observa en el fantástico panorama es una edificación tipo muralla, denominada “Callanca” y que servía de posada para los jefes de los Ayllus. Unos 200 metros más allá, atravesando un camino sembrado de ichu, se llega a una prodigiosa portada de acceso al sitio arqueológico, la “Portada del Sol”, de forma trapezoidal e inspirada, se dice, en el culto de los incas al sol.
Una vez dentro, el visitante se topa con los “Ayahuasis”, varios tambos, un pozo de ofrendas y la no menos impresionante “Pirámide de la Luna”.