Anduvo por el norte y también por el sur, desde Alaska hasta Argentina, y encontró su “base” en Buenos Aires. El desarraigo durante su niñez influenció su carrera como artista y lo convirtió en un des-generado: un cancionista que prefiere no enfocarse en un solo género musical e invita a celebrar las diferencias.
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Kevin Johansen regresa al Perú para brindar dos conciertos en Lima, capital que albergó su primera presentación ante un público extranjero, este cuatro y cinco de octubre en el Gran Teatro Nacional.
El cantautor argentino presentará su disco ‘Tu ve’, un tracklist con covers y reversiones propias que busca, según explica a CORREO, “demostrar que una buena canción no envejece nunca”.
En más de una ocasión contaste que mantienes cierta complicidad con el público peruano ¿A qué se lo atribuyes?
Las primeras veces te marcan mucho. Yo era muy joven y estaba un poco verde cuando empecé a compartir mis primeras canciones. Y bueno, la primera vez que toqué fuera de la Argentina, internacionalmente, fue en Lima. Primero en el viejo estadio Amauta y luego en Arequipa, la Ciudad Blanca.
Sentir ese primer rebote y devolución de un público cantando mis canciones me pasó en Perú. Eso generó en mí cariño y agradecimiento (...) Sentí esa afinidad, que el público en Perú me interpretaba (...) eso genera una especie de complicidad donde uno puede hacer un chiste o comentario y siente que hay un rebote, que hay un entendimiento que va más allá de las palabras mismas. Siempre me sentí muy bienvenido.
Me halaga porque creo que el público peruano es súper ávido, siempre lo he notado muy melómano; reciben música de todas partes del mundo y tienen mucha apertura, eso no se da en todas partes.
Este disco trae canciones junto a artistas como David Byrne, por quien ya has mostrado cierta admiración ¿Cómo fue tu experiencia al grabar junto a él? ¿Te permites sentirte y mostrarte como un admirador ante tus referentes musicales?
Sí, a full, como artista y oyente. (Además) soy súper pudoroso con mis ídolos, con David Byrne, por ejemplo, me pasó eso. A Juan Campodónico, el productor del disco, le dije ‘no me animo a escribirle, si podés escribirle tú primero, mejor’ (risas).
Soy muy respetuoso y hasta vergonzoso con la gente que admiro. Con Byrne pudimos grabar la versión en inglés de ‘Anoche soñé contigo’ y se prestó gentilmente. Cuando lo vi en el camerín con un vaso de cerveza, recostado, me dije ‘es un ser humano’.
A veces uno tiene muy arriba a un artista, lo idealiza y luego se da cuenta que es una persona que también disfruta de las cosas y se relaja. El aprendizaje de ver en acción a alguien que uno admira es muy grande.
Como artista te has pronunciado a favor de la “zona de confort”, un escenario que suele ser mal visto dentro de la industria ¿Fue ese el impulso para grabar este disco?
Me parece que este trabajo, además de traer versiones y algunas reversiones propias, es una forma de demostrar que una buena canción siempre es nueva, que no envejece nunca. A mí siempre me van a dar ganas de escuchar las canciones que están allí.
La responsabilidad cuando haces una reversión es también darle esa impronta tuya. Cuando compongo temas propios me gusta decir que soy muy permeable como artista. Me gustan las referencias, pero también ponerle (a las canciones) mi visión de ese manojo de influencias que están ahí, aturdiéndote.
¿Por ahora tienes pendiente trabajar con algunos músicos peruanos?
En el Perú grabaría con un montón de personas, desde Susana Baca a Gian Marco, entre otros. (...) Con Alejandro y María Laura he grabado, con las bandas cumbieras Bareto y Los Mirlos ni hablar. Por supuesto (me gustaría también) con artistas como Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Caetano Veloso y Rubén Blades.
Creo también que el camino te va llevando orgánicamente, así pasó con Lila Downs y Natalia Lafourcade, los amigos de este disco. Trabajar con David Byrne o el ‘negro Rada’, de Uruguay, son esos regalos que te da la música.
Además, los que hacemos música celebramos las diferencias. No puedes ser cerrado si sos músico, no podés encerrarte en un género, tienes que ser amplio y abierto y eso por suerte lo veo en muchos músicos; de repente un urbano trabaja con un folclorista o un rapero trabaja con un rockero y no pasa nada, estamos celebrando las diferencias. Es bonito ser diferentes.
Sueles presentarte ante ante el público como un des-generado porque no te enfocas en un solo género musical ¿Tuviste siempre la misma apertura ante la música?
Sí, a mí me fascina cómo se cristaliza un género, cómo es que nació la música; la cumbia del Perú o la música afroperuana; el jazz o la milonga; el zamba brasileño, el reggaeton o el trap.
En la adolescencia, a veces, tienes enamoramientos con un artista o una banda y lo que viene después no gusta tanto. Hay, entonces, como un partidismo: ‘Yo soy de este partido político musical; si soy metalero no soy cumbiero’.
Pero a mí me fascina descubrir que de repente un género es hijo de otro o es un primo hermano, que los estilos se mezclan y sale algo nuevo. Soy un cancionista, me reconozco en ese lugar. Tengo hijos que me muestran el último trapero o k-popero (K-pop). Y lo relaciono porque viví en Estados Unidos de chico, en California, donde en los recreos los compañeros rapeaban...
Tus hija mayor, Miranda (25), ya tiene dos discos y es una artista multimedia, convive con las plataformas digitales ¿También tienes esa proximidad con las redes sociales?
Sí, para mí los músicos estamos para conectar y somos artistas presenciales. Creo que donde se corta el bacalao, donde se define todo, es en el show en vivo. Los discos son una forma de propagar tu obra y es importante, pero la presencialidad para mí lo es todo.
(Me interesan las redes sociales) siempre desde el lado de conectar, creo mucho en el poder de la conexión desde lo creativo. Ahora que soy un poco más grande lo aprecio un poco más, por eso ‘Tu ve’. El título (del disco) también habla de las canciones, ellas van y las toman quienes quieren tomarlas y se emocionan quienes quieren emocionarse. Eso es lo que hay que agradecer, esa conexión.
Y la conexión también surge en las redes, por eso manejo por momentos mi Instagram y me gusta conectarme con la gente y compartir una idea, un chiste o un comentario de crítica social desde el humor. El ingenio popular me divierte mucho. Los memes son brillantes, a veces.
¿Cómo sorteas tu vida en familia, con un hogar ya establecido en Argentina, con tus giras musicales y demás proyectos?
Ahora es diferente, uno está más mimoso, más casero. Cuando empecé mi carrera de solista, hace veinte años, me decían ‘vámonos de gira tres semanas o un mes’, ahora ni loco lo hago. Tengo cuatro hijos de 25 a siete y me gusta mucho estar en casa, ir a un lugar y volver después de pocos días. Extraño mucho cuando no estoy y me extrañan también (risas).
Hay gente que tiene más espíritu de viajera, que va como gitaneando. Yo no podría entenderlo, aunque también son espíritus.
Soy más pegado (a permanecer en un solo lugar), por ahí, al haber tenido una infancia muy movida; pasar de Alaska a Argentina a los once años, cambiar la cultura del norte por la del sur. Siempre fui el nuevo en las escuelas cuando era chico, tal vez eso me produjo un arraigo y bueno, encontré en Buenos Aires mi base. Para mí, ante el dilema ‘sur o no sur’, la respuesta fue sur.