El fado, esa expresión musical que se consideran el alma de Lisboa y que está impregnada de nostalgia y melancolía, tiene en Mariza a una de sus más importantes voces. Este 22 de noviembre, la extraordinaria intérprete portuguesa, en el marco del Festival Fado Lima 2022, ofrecerá un concierto en el Gran Teatro Nacional que incluirá sus éxitos y los temas de su reciente álbum en homenaje a Amalia Rodrigues, la máxima representante del género.
“Lo que me motivó grabar ese disco fue el agradecimiento por esa herencia magnífica de canciones maravillosas con poesías increíbles que ella nos dejó. Yo estoy convencida que si tú no cantas el legado musical de una artista tan importante se va a olvidar”, dice a Correo la cantante desde su casa en Lisboa.
Siempre un tributo de una cantante a otra generará comparaciones. ¿Cómo lo asumiste?
Yo tengo un respeto enorme por la gran Amalia Rodrigues, por todo lo que ha hecho en la historia de la música en Portugal y entiendo que las personas hagan una comparación, hasta cierta forma es natural. Pero quiero decirte que yo tengo una vida muy diferente a la que tuvo ella, vivimos en ciclos diferentes, tenemos diferentes raíces; estoy en un mundo que ha cambiado muchísimo y que no tiene nada que ver con el que ella vivió.
Dijiste que es importante cantar los temas de los grandes para que no se pierda la tradición.
Sabes que cuando llegas a una edad en la que vas a buscar temas que escuchaban tus abuelos, tu padres, tus tíos, entiendes que eso refleja parte de tu identidad, tiene mucho que ver con tu esencia, con tu historia y muchas veces todo eso lo puede representar la música.
¿Hay mucha gente joven interesada en mantener vivo el fado?
Sí hay una nueva generación increíble cantando, estudiándolo, hay una juventud aquí en Portugal muy interesada en el género.
¿Pero cuándo tú empezaste había tanta apertura?
No, no existían tantas cosas, yo empecé muy niña, a los 5 años, cantaba en un barrio gitano porque eso me hacía feliz, nunca decía que quería ser cantante de grande, ni me lo imaginaba.
¿Y en qué momento decides tomarlo como profesión?
Nunca fue una decisión que la pensé, yo simplemente tomé las oportunidades que le vida me dio, sin premeditar nada y eso fue lo mejor.
¿Vuelves a reafirmar que hacer música es un acto de amor?
La música será siempre un acto de amor porque tiene que ser hecha con el corazón, si no lo haces con el corazón no podrás transmitir un mensaje. Si percibes algo cerebral, matemático, sin emoción, pues no va a pasar nada con lo que vas a escuchar.
Por eso es que de millones de voces en el mundo, el público elige a las que le llegan al corazón.
Hacer música es un privilegio, poder cantar es un honor, no es algo que se pueda hacer con un ánimo muy leve, no es como tomar un café. Cada vez que subo a un escenario yo preparo mi corazón porque sé que va a sufrir, que voy a reír y que voy a llorar; estoy dando todo mi amor a todas las personas que quieren escuchar mi música.
¿Qué debe de tener una canción para que elijas grabarla y luego cantarla en vivo?
Tengo que sentirla cuando estoy cantando, imaginar que es la misma historia que yo he vivido, de lo contrario no tiene ese sentido, no la puedo cantar. Puedes mandar la canción del más influyente productor del mundo o del compositor más exitoso, pero si no me llega al alma y no la siento es inútil, nunca la grabaré.
¿Al bajar del escenario y apagarse las luces, tiene que pasar algún tiempo para calmar tus emociones?
Después de un concierto que termina casi siempre 11 de la noche, no consigo dormir antes de las 4 de la madrugada porque la adrenalina está muy alta. No soy una persona que sale mucho, prefiero al terminar el show sentarme con mis músicos, tomar una copa de vino tinto, relajarme, conversar, descomprimirme y pensar en el concierto que viene.