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Aquí no lo escucharon, allá sus relatos encontraron corazones ávidos de seducción, fantasía y enseñanza. Aquí alcanzó burlas y desprecios. Allá admiración y blancas manos fraternas que dieron calor a las suyas, cobrizas, teñidas con el “llimpi” rojo del mercurio huancavelicano. “Danzantes de Tijeras”, es su libro de noventa y seis páginas en el que recopiló pacientemente representativas narraciones orales de los distritos de Huando, Izcuchaca, Palca, Conaica, Acoria y Huancavelica. “Allín Gala”, descubridora de las increíbles proezas de los danzantes de tijeras que hacen equilibrio sobre hilos de carrete, hacen empollar huevos al instante, devoran sapos y culebras. Satuku, es el personaje principal del cuento, viejo gala de Huando que con sapiencia y crueldad vence al gala joven de la historia. De la oralidad de Huancavelica, destaca “Atuqwan Anka”, Zorro y Gavilán en competencia de estrategias para educar a sus hijos. El zorro enseña a sus hijos la única: atrapar carneros; cuando sus zorrillos no saben atacar a sus presas por el cuello, parte vulnerable, los mata y se los devora, sólo sobreviven los que supieron atacar. El Gavilán es más exigente con los suyos; dos capacidades deben tener sus hijos, buena visión y fortaleza. A cuatro de sus críos les señala presas a kilómetros de distancia ordenándoles que las traigan; aquellos que vuelven con las garras vacías sufren la extirpación de sus ojos, precipitándolos muertos sobre la faz de la tierra como castigo por no tener buena visión; luego a los sobrevivientes los somete a la prueba de la fortaleza, en ésta deben elevarse para atrapar gallinas en el aire que su padre se las arroja elevándose más alto que ellos; el gavilancito que no logra atrapar a la presa en el aire es muerto por su propio padre. Moraleja: “Los padres, con el ejemplo tienen la obligación moral de enseñar a sus hijos los secretos del trabajo, la sinceridad?” Los temas de educación moral y defensa de las virtudes son las que predominan en el texto. “La Cabeza de la Bruja” es el triunfo de la laboriosidad y el ingenio sobre la maldad. “El molinero condenado” de la justicia que tarda pero siempre llega. “Muchacha con suerte”, critica la paternidad irresponsable. El hijo negado de la narración, con el correr de los años es un exitoso transportista y su padre un humilde pasajero más, perdido entre los tantos que transporta el hijo despreciado. “Don Pacheco, amigo del Supay”, critica la codicia que pierde el alma de los hombres por su amor al dinero. “El Qarqaria Vergara”, escarnio a las relaciones incestuosas de los hombres. Finalmente “Anasto Paqo”, acerba crítica para los nativos alienados que regresan de la ciudad renegados de su nombre, despreciativos de su lengua y su cultura, despreciativos de sus propios coterráneos, pero que vueltos a la realidad de las urbes están dedicados a las tareas más humillantes para ganarse la vida. El Wilson Pakirri de ahora no es ni siquiera el Anasto Pako de antes que hablaba quechua, que amaba y era amado por sus paisanos. Sin embargo, tiene todavía una esperanza en la vida: aprenderá a leer para identificarse mejor con su pueblo. “Juan Evangelista” y “Tiqrasqa Llaqta” tienen bastante influencia de los episodios narrados en la Biblia sobre el castigo divino y el milagro de los santos. Mientras que “Chilinokuna Sipiy”, “Ajos y Cebollas por balas” refrescan la memoria sobre la heroica participación de los pueblos huancavelicanos en la Campaña de la Breña contra los invasores chilenos a los que causaron derrotas en Huando y Pucará, así como también envenenaron sus alimentos con ingenio en Conaica.