Un mundo sin abejas sería un mundo sin gente. Esta frase de David Suzuki, científico y activista ambiental, no exagera. Esta especie es vital para la conservación de los ecosistemas, la biodiversidad y el equilibrio natural.
Uno de cada tres alimentos que nos llevamos a la boca dependen de sus aportes. Alimentos como el trigo, arroz, café, y gran parte de las frutas y verduras que forman parte de nuestro día a día, requieren de la mediación de estos insectos para existir.
Impacto La población mundial de abejas viene transitando por una pendiente cuesta abajo. En las últimas décadas, hubo una disminución importante, cercana al 20%, fenómeno al cual se le conoce como “Desorden de colapso de colonias”, que pone en riesgo la seguridad alimentaria. Las causas son diversas y van desde el impacto del uso excesivo de pesticidas en la agricultura de gran escala, el cambio climático que acentúa los periodos de lluvia y sequía- alterando los ritmos de floración y producción de néctar y polen, principal sustento para las abejas-, así como el ácaro de la Varroa, que produce malformaciones en las crías de las abejas obreras y que son, por eso, rigurosamente expulsadas de la colmena muy tempranamente para sostener sus vidas.
Este fenómeno afecta tanto a las abejas salvajes como a las domésticas de la especie Apis melífera, comúnmente utilizadas en la apicultura y responsables de un alto porcentaje de polinización de la flora silvestre del mundo.
Apicultura Esta práctica milenaria se ha convertido en una de las batallas para hacerle frente a esta crisis. En plena ceja de selva y a 2000 msnm, sobre una colina que mira hacia la Finca Nueva Alianza, del caficultor Dwight Aguilar, se encuentra la comunidad campesina de Lucmabamba, en el distrito de Santa Teresa, Provincia de La Convención, en Cusco. Aquí se desarrolla la asociación Orquimiel, liderada por 25 mujeres. Con dos cosechas anuales y 325 colmenas compartidas, se ha encontrado en la apicultura una fuente de empoderamiento económico, desarrollando productos derivados de las colmenas mediante un proceso equilibrado y recíproco entre las abejas, el entorno natural y el ser humano.
A cinco horas de distancia de Lucmabamba, en MIL, reposa la miel de Orquimiel, infusionada con raíces locales recolectadas en el entorno de Moray, producto más reciente de Mater Sostiene, con el fin de fomentar la actividad de pequeños productores, abriéndoles un nuevo canal comercial.
Las colmenas ubicadas a dos alturas, 1000 msnm y 2000 msnm, proveen miel de dos tonalidades diferentes, y un sabor y aroma particular que dependen del origen botánico del cual se alimentan las abejas en esta zona, como el pacae, palta, granadilla, plátano y principalmente café. La cercanía a plantaciones de café le otorga un sabor frutal, caramelizado y una carga significativa de fenoles que refuerza sus propiedades antioxidantes.
Hablar de miel es, finalmente, también hablar sobre un lugar, de su geografía, clima y flora, que dejan impresos sus caracteres en el producto y nos vincula con diversos ecosistemas. El trabajo discreto del apicultor trae beneficios cruciales, que trascienden fuera de su zona productiva y empieza a ser una labor para proteger y conservar la vida.