“Prohibido hablar del coronavirus”. En un pequeño bar y cafetería de Roma, la dueña decidió ofrecer “serenidad” a sus clientes impidiéndoles abordar ese tema omnipresente y angustioso.
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“Llevamos meses hablando de lo mismo, por eso hemos optado por calmar el ambiente y enfrentar la situación con una sonrisa y un poco de serenidad y ligereza”, explicó a la AFP Cristina Mattioli, gerenta de Feeling, quien ideó la iniciativa.
Italia, el primer país europeo que fue azotado por el coronavirus, registra más de 1,3 millones de contagiados desde el inicio en marzo de la pandemia y casi 48.000 muertes.
“Recibir con una sonrisa y ligereza nos pareció una buena idea para encarar esta situación”, sostiene Cristina, una mujer dinámica y deportiva de 35 años.
“Pero no negamos la situación actual, no somos negacionistas, es simplemente una forma de encontrar un poco de serenidad”, enfatiza.
Para ayudar a sus clientes, Cristina instaló otro cartel con sugerencias: “Ideas para temas de conversación: noticias, vida de personajes famosos, historia, conocimientos generales”.
Bruna Piazza, una cliente habitual del bar donde también se venden billetes de lotería, está encantada con la iniciativa: “Estamos hartos de hablar del covid, vayamos donde vayamos, sólo hablamos de eso”, lamenta, mientras coloca su billetera en el bolso.
“Quiero hablar de todo menos de eso, prefiero hablar del clima, de celebridades...”, explica la mujer, de 58 años, reajustándose la mascarilla.
Cristina, que trabaja entre las pocas mesitas instaladas tanto en el interior como en el exterior, confirma que “sus clientes han reaccionado positivamente” frente a la prohibición.
“Al principio se reían. ‘Nos gusta, al menos nos olvidamos un poco de la situación que estamos viviendo’, suelen decir”, cuenta satisfecha la dueña.
“Iniciativa sabia”
En la zona cafetería, que debe cerrar como todas a las 6:00 p.m. por orden del gobierno como medida para frenar los contagios, Maurizio Ciocari, de 63 años y peluquero femenino, aplaude la idea de Cristina mientras degusta pasteles y bocadillos.
“Es una iniciativa sabia, incluso indispensable”, asegura.
“A muchos clientes les ha parecido simpática y divertida esta iniciativa, a mí me ha parecido inteligente”, subraya Maurizio, que admira también el “ambiente sereno” que reina en su bar favorito, con sus paredes moradas y cajas de madera de té colgadas en la pared.
¿Qué pasa si un cliente menciona accidentalmente el tema prohibido?
Cristina optó por un método blando: “No hay sanciones, pero recuerdo a los clientes que aquí no se puede hablar de eso, ni hacer predicciones sobre si vamos a ser confinados o no, por ejemplo”, explica.
“Al principio tuve que llamar al orden a algunos. Algunos lo logran (evitar el tema), otros se nota que combaten por cumplir la regla”, reconoce con una sonrisa.
Movidos por la curiosidad, algunos clientes han entrado a tomar café y al final “nos felicitan por nuestra iniciativa”, dice Cristina, que ha inspirado a otros colegas: “El dueño de una cafetería del Trentino [noreste] también expone los mismos carteles, pero me llamó para pedir permiso”, confiesa con orgullo.
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