Varios exmilitares estadounidenses reconocieron en una televisión alemana haber infligido malos tratos en Guantánamo, que uno de ellos calificó de “torturas”, a Mohamedou Ould Slahi, considerado durante años por Estados Unidos pieza clave en los atentados del 11 de setiembre.
“Fue tortura”, afirmó en una entrevista a la cadena pública regional NDR uno de los miembro del equipo encargado de interrogar al mauritano Slahi, que había llegado a Alemania en 1988 con una beca de estudios y se unió después a la lucha contra la ocupación soviética de Afganistán.
Según el exmilitar, que se hace llamar “Mister X” y que también estuvo en Afganistán e Irak, el miedo de Slahi “era absoluto” y “probablemente pensaba que lo iban a matar en seguida”.
“Mister X” habla inicialmente de “técnicas mejoradas” de interrogatorio que hoy son ilegales, para precisar después que se trataba de torturas, cometidas también por otros guardias de la base penal.
El relato de lo acontecido por Slahi, que estuvo preso entre 2002 y 2016 en la prisión de Guantánamo y hoy vive en Mauritania, coincide con las declaraciones del exmilitar.
En una entrevista con NDR, basada en una investigación conjunta con el semanario “Die Zeit”, el mauritano, uno de los dos presos germanoparlantes de Guantánamo, recuerda que uno de sus torturadores le vaciaba una y otra vez un cubo de agua frío sobre el cuerpo para hacerlo hablar.
“Quería que confesara, pero incluso si hubiera tenido algo que decir, ya no podría haber hablado, porque ya presentaba síntomas de hipotermia. Ese hombre casi me mató en dos ocasiones”, explica Slahi, de 51 años, quien siempre ha defendido su inocencia.
Su presunta confesión llegó tras recibir en 2003 una carta con apariencia oficial del Departamento de Estado en la que se amenazaba a Slahi con llevar a su madre a Guantánamo y dejarla en manos de los presos, si éste no confesaba.
En entrevista a NDR, el jefe del equipo de interrogación, Richard Zuley, comisario de policía de Chicago, subrayó el éxito de la amenaza de violación que contenía la carta falsificada.
“Vi cómo sus ojos sobrevolaban cuatro de los cinco párrafos del escrito. Vi cómo sus ojos se llenaron de lágrimas y caían por su rostro”, dijo y afirmó que acto seguido Slahi ofreció gran cantidad de información sobre el funcionamiento interno de Al Qaeda.
No obstante, meses más tarde un detector de mentiras permitió establecer que la confesión de Slahi tras la amenaza de violación a su madre consistía esencialmente en informaciones falsas y una repetición de la prueba confirmó la sospecha.
Una analista del equipo confirmó que los “métodos especiales de interrogación” en el caso de Slahi habían sido aprobados personalmente por el entonces jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld.
También el exfiscal militar Stuart Couch, que investigó el caso del mauritano, afirmó que “lo que se hizo con Slahi fue tortura” y que su confesión no habría tenido validez ante un tribunal, porque fue obtenida de manera ilegal.
Slahi estaba acusado por Estados Unidos de haber reclutado para el líder de Al Quaeda Osama Bin Laden a tres de los cuatro pilotos suicidas de los atentados del 11 de setiembre de 2001, aunque fue puesto en libertad en 2016 al no existir pruebas en su contra.
Slahi se sumó durante sus estudios a la lucha contra el Gobierno afgano apoyado por la Unión Soviética y recibió durante meses formación en un campamento de entrenamiento del entonces futuro líder de Al Qaeda, pero aseguró que a su regreso a Alemania rompió toda relación.
Fuente: EFE