Jorge Rafael Videla fue uno de los dictadores más sangrientos de Argentina y, pese a los años, parecía vivir en el pasado.
Estaba totalmente consciente de sus “hazañas” siendo un anciano delgado, encorvado. Su régimen asesinaba a más de 7 mil personas al día; sin embargo, afirmaba que dormía muy tranquilo.
“Pongamos que eran siete mil y ocho mil las personas que debían morir para ganar la guerra contra la subversión, no podíamos fusilarlas. Tampoco podíamos llevarlas ante la justicia”, afirmó en una de las entrevistas que dio entre octubre del 2011 y marzo del 2012, admitiendo los crímenes.
Estas conversaciones se dieron en el penal de Campo de Mayo, donde cumplía su pena. Era una persona que necesitaba hablar y asumir la responsabilidad como un comandante.
Sabía que su fin estaba cerca pero decía que no estaba arrepentido. Aún así confesó que sentía un peso en el alma.
Con el paso del tiempo, admitió el “juego político” de la dictadura. Es así que el 17 de mayo del 2013 Videla fue encontrado muerto sentado en el inodoro de su celda.
Tuvo un accidente en la prisión y no recibió ningún tipo de asistencia médica cuando tenía 87 años.