Markus Salomon, un biólogo de 53 años, junto a su familia decidieron llevar a su casa un joven perro de cruce con pelaje moteado negro y marrón, que llena de alegría a sus dos hijas, de 9 y 14 años en medio de esta pandemia por coronavirus. El animal ha sido el apoyo emocional de la familia en pleno confinamiento por COVID-19.
“Es muy dinámico, travieso, sensible” y sirve de distracción durante las horas de clases en casa, dice Annelie, la mayor, refiriéndose a que los colegios estuvieron cerrados en Alemania durante buena parte del invierno.
“No se puede hacer gran cosa, no se puede ir de vacaciones, no se puede visitar a los amigos ni a la familia. Pero se puede pasear, ir al bosque, y un perro es perfecto para eso”, comenta el padre.
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Los alemanes llevan meses privados de restaurantes, clubes deportivos y hasta hace poco de algunos comercios, pero pueden pasear donde quieran, sin restricciones por la pandemia.
El número de perros vendidos en el país aumentó de forma “espectacular” en un 20% en 2020, según la asociación canina Deutsche Hundewesen (VDH).
En los hogares alemanes han entrado casi un millón de animales más, sobre todo perros y gatos. Ahora hay unos 35 millones de animales peludos, pájaros, tortugas y peces, para un país de 83 millones de habitantes, según estimaciones de la Federación Alemana de Productos para Mascotas (IVH).
Apoyo emocional
Es una tendencia planetaria. La pandemia por COVID-19 ha disparado las solicitudes de adopción de animales en muchos países.
En Berlín, el refugio de Tierheim afirma haber registrado un récord de 500 demandas en un fin de semana la pasada primavera, al comienzo de la crisis sanitaria.
El sector de la alimentación y de los accesorios para animales incrementó sus ingresos un 5% el año pasado, hasta los 5.500 millones de euros (6.450 millones de dólares).
En una investigación reciente de la página web alemana para mascotas Wamiz.de, el 84% de los propietarios de perros reconocieron que los animales les permitieron distraerse durante la pandemia y les brindaron un apoyo emocional indispensable.
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“Los animales de compañía son interlocutores para muchos, sobre todo para las personas que viven solas”, analiza Frank Nestmann, psicólogo especializado en la relación entre los seres humanos y los animales de la universidad tecnológica de Dresde.
Pero este interés tiene una cara y una cruz. El número de perros vendidos ilegalmente en Alemania se duplicó ampliamente entre 2019 y 2020, según la Asociación Alemana para la Protección de los Animales.
Con frecuencia estos perros se crían en el extranjero en malas condiciones y una vez vendidos en Alemania se observa que están enfermos o resulta difícil convivir con ellos, lo que desemboca en su abandono.
El comercio ilegal prospera
“La demanda es muy alta y las organizaciones de protección de los animales prácticamente ya no tienen animales. Esto significa que el comercio ilegal prospera”, afirma Annette Rost, portavoz del refugio Tierheim.
Pone el ejemplo de Marti, un Staffordshire Terrier de año y medio, importado ilegalmente de Rumania y que estuvo encerrado en un sótano antes de llegar al refugio, donde recibe tratamiento por distintos problemas de salud y dificultades de equilibrio.
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Las personas suelen sentirse atraídas por cachorros como Marti debido a los “bonitos colores que son tan populares en instagram”, pero cabe la posibilidad de que sean incapaces de ocuparse de ellos cuando crezcan, dice Xenia Katzurke, terapeuta de comportamiento canino en el refugio.
Muchos “toman un animal sin pensar en lo que sucederá cuando la pandemia haya terminado y sus vidas vuelvan a la normalidad”, comenta Rost.
No parece ser un problema para Markus Salomon y su familia, que ya se han acostumbrado a que Uschi robe comida de los cubos de la basura, ladre cuando hablan y salte a la mesa a la hora de comer.
Y cuando la vida se normalice y se pueda viajar tienen previsto llevárselo con ellos a todas partes.