Uno de los grandes problemas del país ha sido la falta de autoridad. Cuando Conga avizoraba como un motor importante para el impulso de la economía de Cajamarca, las protestas hicieron que retroceda el gobierno de Ollanta Humala y el proyecto duerme hasta ahora el sueño de los justos. La región que gobierna Mesías Guevara tiene ahora niveles de pobreza de entre 37,4% y 46,3%, diez veces mayor a la de Ica o Madre de Dios.
Lo mismo sucedió, más recientemente, con Tía María. Varias semanas de enfrentamientos en el Valle del Tambo dejaron congelado el intento de Southern Cooper de invertir 1,400 millones de dólares en una zona pauperizada y sedienta de proyectos que empujen el desarrollo.
Estos son apenas ejemplos focalizados vinculados a las sempiternas dudas de las comunidades sobre los alcances de la contaminación en su hábitat pero el esquema viene a ser el mismo con la idealizada protesta de la mal llamada “generación del bicentenario”, que recientemente impuso cambios sustanciales en la política peruana.
El detonante de esta ofensiva callejera fueron los altos niveles de popularidad de Vizcarra y el pretexto de un golpe de estado que (lo ha dicho el TC) jamás existió. El cauce democrático seguido fue el mismo que desembocó en el régimen de Valentín Paniagua y en el de Vizcarra.
No fueron las Fuerzas Armadas las que tomaron el poder o un civil con cargo espurio el que se sentó en Palacio. Fue la misma sucesión establecida por la historia. La misma que se iba a usar con PPK. Pero las calles reventaron porque se afectó a un intocable (Vizcarra) y, definitivamente, por la antipatía de un Manuel Merino que no respiraba el republicanismo de Paniagua o Sagasti.
El tema es que el autoritarismo callejero puede sentar un antecedente peligroso y nocivo para el país. Esa sensación de que no nos gobiernan las leyes, que la Constitución puede pisotearse y que todo puede sucumbir ante la ferocidad de la revuelta y la rebelión de las masas. Lanzo la alerta. No es democracia la que se impone por la furia de la desobediencia civil: Lo es la que respeta las decisiones tomadas en las urnas y las leyes que nos rigen. Después, no se quejen.