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Seguramente ahora que tenemos un proyecto grande y emocionante entre manos, en Barranco, estamos con todo el equipo mirando qué sucede en ese distrito. Por ello empezamos a sentir urgencia por entender todo lo que se cocina allí. Por comprender los procesos de los artistas y cómo ha venido evolucionando como distrito cultural. Cómo se abren nuevos negocios como cafés, restaurantes tradicionales, cevicherías, dulcerías, panaderías, y la manera en que los propios artistas y artesanos echan a andar eventos y festivales como movidas de comunidad.
Uno de ellos hace tres semanas permitió que cualquiera con ganas pudiera tener acceso libre a talleres que abrían sus puertas para mostrar su trabajo. Así con esa naturalidad, me pareció generoso tener abierta tu casa para que extraños puedan verte y apreciar lo que haces a diario. El chance de que otros observen en qué consiste eso que te apasiona, tu arte, cómo pasas tus días y lo que te motiva. Ello tiene el potencial de inspirar a otros si se hace público, como abrir tu restaurante y dejar que la gente pruebe tu comida. Me dio la impresión de que hacemos algo parecido.
ARTE Y COCINA. Llegamos a un taller donde artistas usan arcillas de distintos orígenes y juegan con materiales, con tinturas, y crean texturas. Parece que juegan, pero esto es serio. Como cuando ideas un plato. Buscas ingredientes que se complementen y que se comporten como quieres para el resultado que estás buscando. Y parece que no hubiese técnica de por medio, porque de alguna manera juegas también. Pruebas y te equivocas. Corriges, empiezas de nuevo. No tengo idea de cómo funciona la cerámica, y me queda imaginar que existe mucho que uno no ve en la pieza acabada, pero el esfuerzo era evidente. Habían investigado el sitio y el origen, habían experimentado. En ese taller tan especial cada pieza era única. Estas pertenecían a diferentes artistas que incluso con el mismo material contaban cosas diferentes. Me gustó todo y me dejó pensando…
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SE ABREN LAS PUERTAS. Caminamos de un taller al otro y la mañana se hizo corta, porque habíamos recibido un montón de información. Acabamos con un buen café y mucha agua, pues el día estuvo soleado.
Normalmente camino rápido porque tengo en la cabeza que siempre hay algo muy importante que hacer y el tiempo falta, pero un plan que surgió casual como ese, esa mañana, podría haberme hecho caminar más lento y dar espacio para entrar en la casa de personas que no conocía, pero que quisieron por dos días enseñar su trabajo con el mismo cariño con el que nosotros mostramos el nuestro.
Sin planearlo mucho, nos vamos acercando al distrito que pronto acogerá nuestro proyecto. Y, sin dudarlo, abriremos nuestras puertas con la misma generosidad de ese evento y aprenderemos de otras artes en el proceso, viendo cómo a veces trabajamos de maneras muy parecidas.