El patético gobierno del presidente Pedro Castillo está tratando de sorprender a los peruanos al llevar a cabo los llamados Consejos de Ministros Descentralizados, que bajo el pretexto de escuchar directamente los problemas de las regiones para encontrarles solución, en la práctica se han convertido en un instrumento de difusión de discursos basados en la división, el resentimiento y la lucha de clases, para promover los nefastos planes del régimen de Perú Libre.
Cada semana tenemos al presidente Castillo y a los ministros viajando a provincias para reunirse y escuchar a los gobernadores y alcaldes sobre los problemas que agobian a sus jurisdicciones. Nadie en su sano juicio podría estar en contra de esto. En teoría está muy bien que lo hagan. Sin embargo, estos encuentros ministeriales se han desvirtuado para pasar a ser actos proselitistas a favor del cierre del Congreso y de sacar una Constitución como la de Venezuela, Cuba o la que se prepara en Chile.
En primer lugar, mover al presidente, ministros, asesores, agentes de seguridad y demás, nos cuesta a los peruanos un ojo de la cara, lo cual valdría la pena si no fuera porque en esas reuniones difundidas a todo el Perú por los medios de prensa del Estado, lo más “relevante” terminan siendo los discursos disparatados del impresentable premier Aníbal Torres, o las elementales y a veces pintorescas exposiciones del profesor Castillo hablando de la guerra entre “Rusia y Croacia”.
A eso se suma que a las reuniones ministeriales llevadas a cabo en lugares cerrados, no entra todo “el pueblo” que el mandatario dice representar, sino apenas los simpatizantes del decadente régimen que como buenos ayayeros, solo se dedican a aplaudir a los ministros y a exigir el cierre del Congreso y la formación de una asamblea constituyente, algo que el Poder Ejecutivo ya ha pedido al Congreso a través de un proyecto de ley que tendría que ser archivado en breve por ser ilegal.
Con estos consejos de ministros llevados a cabo con la plata de todos los peruanos, el gobierno busca ganar apoyo popular en medio de su ineptitud y señalamientos de corrupción. Sin embargo, lo cierto es que nada de eso está logrando, a juzgar por las últimas encuestas. Mientras tanto, las confesiones de la lobista Karelim López están dando directo en la yugular al mandatario, quien es sindicado nada menos que como el cabecilla de una mafia enquistada en el Estado para saquearlo y destruirlo.