En una reciente audiencia judicial, el expresidente Pedro Castillo reapareció en el escenario público, pero en lugar de presentar una defensa sólida, optó por lanzar ataques personales y descalificaciones. Castillo, enfrentando la posible ampliación de su prisión preventiva solicitada por el Ministerio Público, dirigió insultos hacia la presidenta Dina Boluarte y al Congreso, afirmando que las acusaciones en su contra “son más falsas que la nariz y pestañas de la pinocho que está en Palacio de Gobierno, avalada por el hampa que está en la Plaza Bolívar”. ¿Tiene autoridad moral para decir esto? No lo creemos.
Este tipo de retórica agresiva y despectiva no solo es improductiva, sino que también es sintomática de un intento desesperado por desviar la atención de los serios cargos que enfrenta. Castillo insiste en su inocencia y se victimiza, a pesar de que el país entero fue testigo de su intento de romper el orden democrático mediante un golpe de Estado. Este acto grave no debe quedar impune, y la justicia debe seguir su curso sin distracciones.
El expresidente parece creer que atacando a otros mejorará su situación, pero esta estrategia es errónea y contraproducente. Su situación legal es delicada, con un pedido de 34 años de prisión por el presunto delito de rebelión, y no se vislumbran muchas posibilidades de un desenlace favorable para él.
La justicia debe prevalecer, y quienes atentan contra el orden democrático deben responder por sus acciones.