Sea cual sea el resultado de la segunda vuelta electoral entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori, todo nos hace ver que no vendrán años tranquilos, que si pensábamos comenzar nuestro tercer siglo de vida republicana con un Perú avanzando “firme y feliz por la unión”, pues la realidad será otra y nos exigirá un gran compromiso para que el efecto de la agitación genere el menor daño posible en más de 32 millones de ciudadanos que venimos padeciendo los efectos de la pandemia vigente.
Si el ganador es Castillo, tendremos un gobierno de improvisación, informalidad, sin rumbo claro y con pugnas internas. Muchos desde adentro querrán aplicar medidas “moderadas” para tratar de no llevar el país el despeñadero –o al menos intentar hacerlo con “rostro social”–, mientras que otros buscarán poner en marcha el plan de Vladimir Cerrón, únicamente llevados por el criterio ideológico y fanático, pues saben que esas recetas ya han fracasado en todos los lugares donde han sido aplicadas.
En caso de suceder lo contrario, es decir, de ganar la candidata Fujimori, la mitad que hoy ve en Castillo a su líder, al que ingenuamente pide que deslinde de su jefe Cerrón, sin duda alguna saldrá desde un inicio a las calles a manifestarse y desestabilizar, con la misma fuerza con que lo harían los rivales en caso de vencer el profesor chotano. Esto tendrá en jaque al eventual gobierno “naranja”, que sin duda verá ante sí un limitado margen de maniobra. Por donde se mire, la situación se proyecta muy compleja, y más aún si desde cualquiera de los lados que resulte derrotado saldrán acusaciones de irregularidades en la segunda vuelta que aún no concluye, si es que los órganos electorales no cumplen con dar resultados indubitables y alejados de cualquier sospecha. Esto último es central y determinante de lo que podría sucederle a nuestro Perú en el próximo quinquenio, que debería estar marcado por la recuperación tras la pandemia.
Lamentablemente esto es lo que hay en el Perú a pocas semanas del bicentenario, que sin duda será muy diferente a lo que esperábamos. No es lo que merecía el país tras la devastación de una pandemia mal manejada por incapaces, sinvergüenzas y corruptos, que son los que indirectamente nos han llevado a los extremos que hoy vemos en disputa. Lo único que queda es que los efectos de la crisis que se viene, sean los menos nocivos posibles para esta tierra que amamos.