Curioso escenario: la sociedad considera que la educación escolar no es de buena calidad. El Ministerio de Educación al evaluar los aprendizajes de los escolares los encuentra insuficientes.
Los profesores se quejan del Ministerio, autoridades, normas, alumnos poco estudiosos. Los padres se quejan de los colegios, profesores, el trato a los alumnos, la poca estimulación hacia el aprendizaje. Los catedráticos se quejan de que los egresados escolares tienen muy poca base; no saben pensar, investigar, estudiar; no tienen intereses más allá de la nota aprobatoria. Los alumnos se quejan de que el colegio es aburrido, los profesores no los motivan, la rigidez de la jornada escolar, nadie los escucha, sus opiniones no importan…
Año tras año, estas descripciones se repiten y no pasa nada. Como si estuviéramos atados a una reiteración inevitable e insuperable de un modelo escolar que hace de la escuela un espacio para el desencuentro, caos y frustración colectiva.
¿No es hora acaso de repensar el modelo de escuela, currículo, formación y ejercicio docente, y en general el concepto de vida institucional de los colegios? ¿Por qué los peruanos tienen que esperar a que en algún otro país del mundo se les ocurra hacerlo y solo luego intentar copiar sus conceptos y estrategias? ¿Por qué ese complejo de inferioridad, esa incapacidad de sumar uno más uno para darse cuenta de que el modelo actual no da para más, y tanta cobardía para tomar el toro por las astas?
Sigo preguntándome por qué la educación “de antes” que recibieron los adultos decisores de hoy los ha dejado tan trabados e impotentes.