Desde hace décadas me preocupa la cantidad de egresados del sistema educativo, incluyendo la educación superior, que cumplen con todos los requerimientos de los estudios que son los esperados por sus profesores y catedráticos para aprobar con éxito sus títulos, pero que en el mercado laboral no encuentran un trabajo que retribuya sus inversiones y esfuerzos.
Por otro lado, los futurólogos anuncian que la automatización traerá como consecuencia la pérdida de unos mil millones de empleos actuales de personas que quedarán “en el aire”.
En otro orden de cosas, si observamos el panorama político internacional vemos una creciente tendencia al debilitamiento de las democracias, el crecimiento de los extremismos de todos los signos cuyos caudillos anuncian regímenes autoritarios con control de prensa y cambios constitucionales que les permita perpetuarse en el poder, y que siguen el modelo de liderazgo político autoritario y no democrático de países como China, Rusia, Hungría, Salvador, Nicaragua, Cuba, Venezuela y las dictaduras árabes y africanas?
¿No es hora de imaginar un sistema educativo que dé respuesta a esos escenarios que son de temer? ¿Hasta cuándo se seguirá creyendo que lo que funcionaba en el siglo pasado sigue siendo la vanguardia de la educación pertinente para estos tiempos y los venideros?
¿No deberían los docentes y padres de familia ser más ambiciosos, audaces y valientes para darle forma a una mejor propuesta educativa para sus hijos, que los convierta en activistas del cambio para procurar el bien común y la construcción de una democracia funcional y próspera?