Podemos anticipar que el presidente y los ministros respectivos harán un balance positivo de su gestión, señalando lo que consideran logros, que buena parte de la población sentirá distantes o invisibles. Son discursos hechos para los archivos. Más interesante para la construcción de una ciudadanía madura sería un balance autocrítico, que a la par que señale logros visibles identifique lo que no pudieron hacer, aquello en lo que se equivocaron, los fracasos al intentar algunas iniciativas, porque no está en juego el juicio a su buena fe, sino el reconocimiento de la natural imperfección gubernamental y el necesario aprendizaje a partir de los errores. Eso da pie a sugerir al gobierno entrante que más allá de sus propias agendas tome en cuenta A, B, C, D. No olvidemos que la gran frustración nacional y falta de confianza en el gobierno y sus instituciones se deriva de la inconsistencia fatalista que se desprende de escuchar de los gobernantes que hicieron todo bien mientras que la gente siente que le va mal. Si haciendo las cosas bien nos va mal ¿qué nos espera?.
La confianza en las instituciones se construye a partir del reconocimiento de su capacidad de acertar pero también de equivocarse o ser incompetentes, en cuyo caso expresan su voluntad de enmienda, para lo que convocan la comprensión y colaboración de la gente. Eso da mucho más espacio para mejorar, crecer, confiar y construir una ciudadanía democrática.
Es como el padre que “nunca se equivoca”, no es confiable para sus hijos, porque deducen que es un mentiroso lo que solo produce incomunicación y resentimiento.