Ayer, durante la apertura del Consejo de Ministros Descentralizado en Cerro de Pasco, el premier Aníbal Torres tuvo un cambio de discurso y se mostró conciliador, pero esto no borra sus dichos en el Parlamento el jueves donde, entre muchos otros exabruptos, dijo que no asistía a las mesa de diálogo que buscan poner fin al conflicto entre los comuneros de Fuerabamba y la mina Las Bambas por temor a ser secuestrado.
Esto, como era de esperarse, ha generado la reacción de quienes protestan contra el proyecto minero y, de cierta manera, ha otorgado legitimidad a sus reclamos que son considerados, incluso el propio gobierno, como exagerados e imposibles de cumplir.
Tristemente, que el propio jefe del gabinete petardee las acciones que buscan reactivar la inversión privada y la economía del país no es una novedad, pero preocupa que esto no genere una reacción del Congreso, donde Torres incluso se dio el lujo de retar al Parlamento en pleno a que, antes de pedir su renuncia, lo censuren si no están de acuerdo con su gestión.
La estrategia es clara: avivar las protestas por un lado y generar inestabilidad por el otro para, en medio del caos, retirar las tropelías del gobierno del escrutinio público y lo están logrando.