El presidente Pedro Castillo dará hoy un mensaje en Ayacucho sobre los primeros cien días de su Gobierno. Mucho tememos que vuelva a exponer lugares comunes, buenas intenciones y mucha demagogia. Ya es una característica de su gestión que los discursos vayan por un lado y que los hechos y la práctica política vayan para otro.
Pese a que no se espera mucho de lo que pueda decir esta mañana en la Plaza de Armas de Ayacucho, esperemos que se pronuncie sobre los gravísimos episodios que sacuden al país y dé respuestas a la altura de las circunstancias. La presunta intervención del jefe de Estado en los ascensos en las Fuerza Armadas no es un caso que se pueda soslayar.
Este Perú abigarrado de frustraciones, de polares diferencias, donde los ciudadanos se ven arrastrados por la vorágine de una crisis sin precedentes, que es alimentada todos los días por este Gobierno, merecen toda la atención del presidente.
Entregar puestos claves en el Ejecutivo de acuerdo al clientelismo político y al amiguismo es muy nocivo porque se tira abajo la meritocracia. Que se amplíe estas prácticas a otras instituciones, como las Fuerzas Armadas, es un atentado a la democracia.
Seguramente la pita se romperá por el lado más débil y se irán algún ministro y otro funcionario. Vendrán nuevas personas, pero el cambio será solo de nombres. Lo ideal es que nuevos actores políticos le den un rumbo diferente al Gobierno, pero aquí eso parece imposible. Ya se cambió a muchos en cien días, pero todo sigue igual.