“Taita Cáceres” era como llamaron los soldados, montoneros, rabonas y en general, los hombres y mujeres de nuestras serranías, al héroe viviente de la Guerra con Chile, Andrés A. Cáceres Dorregaray, que murió un día como hoy, el 10 de octubre de 1923, a 40 años de finalizada la referida conflagración bélica. Cáceres fue la expresión de la dignidad frente al enemigo, junto al jurista Francisco García Calderón, elegido presidente del Perú (Gobierno de la Magdalena - 1881) durante la ocupación chilena, quien por rehusarse a firmar un tratado de rendición, fue enviado preso a Santiago de Chile. Cáceres llevó adelante la mítica Campaña de la Breña que atormentó a los ejércitos invasores, que lo llamaban “El Brujo de los Andes”, porque no pudieron apresarlo. Cáceres estaba en un lugar y luego desapareció como por arte de magia, desconcertando a los chilenos. Fue un estratega completo y tuvo lo que otros no -felizmente muy pocos-: agallas, como Agustín Belaunde, que huyó en la víspera de la Batalla de Arica y que por cierto, en nada se parece al presidente que nos gobernó dos veces en el siglo XX. Cáceres no tuvo otra alternativa que aceptar el Tratado de Ancón -firmado por Miguel Iglesias-, que puso fin a la guerra (1883) pero por la cesión de Tarapacá se entrampa con Iglesias en una lucha interna que terminó llevándolo al poder por elecciones en 1886. Fundó el Partido Constitucional y fue, entonces, dos veces presidente del Perú (1886-1890 y 1894-1895). Cáceres inició la denominada Reconstrucción Nacional que apuntó a la recuperación económica del país (firmó el famoso Contrato Grace (1888) por cual dimos en concesión los ferrocarriles a cambio de ser liberados de una gigantesca deuda). Su segundo mandato fue interrumpido por una guerra interna con Nicolás de Piérola. Jamás ocultó su apoyo a Augusto B. Leguía que nos gobernó durante el conocido oncenio (1919-1930). Durante su mandato, la Asamblea Nacional confirió a Cáceres el grado de Mariscal del Perú y el presidente mandó edificar una casa para el héroe nacional que nunca pudo habitar porque falleció un año antes de su inauguración y que hoy es sede de la Benemérita Sociedad Fundadores de la Independencia.
El Taita Cáceres
Columna de opinión