El aumento del sueldo mínimo, de 930 a 1025 soles, no debería fomentar la informalidad en las empresas, en su gran mayoría MYPE, sino, por el contrario, un mayor respeto por el trabajo de sus empleados. No veamos el vaso medio vacío, que esto también contribuye a un mayor consumo interno.
Que no es el momento, que estamos en crisis, que no hay reactivación económica, van a decir aquellos que siempre se oponen a que los sueldos sean más justos y vayan acorde con el resto de nuestros vecinos en Sudamérica. Y eso no es de ahora, sino que cada gobierno lo ha ejecutado según las circunstancias.
Recriminar un aumento salarial porque, falsamente, perjudica a la empresa no debería ser el objetivo de quien cree en el libre mercado o se considera de derecha. Ni tampoco puede decirse que solo la izquierda busca sacarle más recursos a los privados, cuando en el medio están los intereses de millones de peruanos.
Nunca antes se ha visto que las empresas quiebren por un ajuste en la remuneración mínima vital. Tampoco puede asegurarse que esto generará una estampida de despedidos porque la producción no puede parar, ni los empresarios quieren dejar de ganar más solo por un incremento salarial.Lo que sí se debería lograr es una mayor fiscalización de Sunafil en aquellas empresas que abusan de sus empleados; además de eliminar el mito de que pasar a planilla al trabajador genera menos ingresos para la empresa. Esa es la visión del abusivo que quiere cholo barato para generar más ganancias.
Es cierto que durante la pandemia las empresas tuvieron un freno considerable por las restricciones sanitarias y la reducción de los aforos. Pero, también es verdad que desde el año pasado han logrado recuperarse y la proyección es que para el 2023 puedan lograr una estabilidad prepandemia. El vaso, creo, está medio lleno.