La historia nos enseña que la democracia, en ocasiones, es en realidad una extensión de la guerra, y que como señalaba Sun Tzu hace milenios: “el enemigo de tu enemigo es tu amigo”. Como regla general, desde los griegos, es importante identificar a los enemigos y a los aliados, y comprender el horizonte político venidero.
En pleno siglo XXI, en el Perú, existe la imposibilidad de un gobierno efectivo, ya sea de derecha o izquierda, sin la eliminación de un poder en las sombras que ha persistido durante las últimas dos décadas: la “caviarada”. Este grupo, respaldado por una estructura estatal y mediática, busca permanentemente, destruir y someter a aquellos que desafían su autocracia para seguir saqueando las arcas públicas de una manera sin precedentes en nuestra historia.
Es claro y notorio el poder que ejerce, este sector, que ha utilizado el aparato gubernamental y el sistema de justicia para amedrentar a la oposición, debilitando la estructura institucional hasta el punto de un posible colapso del modelo estatal vigente. El daño causado será de larga duración, afectando la gobernabilidad y generando la fragmentación social, política y territorial del país.
La “caviarada” actualmente lucha por mantener la Junta Nacional de Justicia (JNJ) como herramienta útil para perseguir y encarcelar a sus opositores. Además, ha creado, con éxito, mitos y leyendas negras para desacreditar a los partidos políticos, rompiendo ese lazo natural entre la población, especialmente, la juventud y la participación política.
Debemos construir espacios de diálogo entre los peruanos, independientemente de las posiciones políticas para superar conflictos estériles y abordar problemas fundamentales. La política debe ser beneficiosa en el horizonte inmediato y también en el largo plazo, transformando la vida del pueblo con mejoras tangibles, y que las alianzas deben dirigirse a eliminar, no solo, a los enemigos con rostros y agendas, sino también para derrotar al enemigo mayor de la república: la pobreza y la falta de oportunidades.