La violencia social está presente en todos los grupos humanos, así como el bullying en toda aula escolar en la que unos alumnos ejercen el poder sobre otros en diversidad de formas y ocasiones.
Sin embargo, lo que puede ser efectivo para el cáncer, una cirugía radical que extirpa el tumor, no es efectivo para el bullying, por dos razones: una, no se trata de eliminar al agresor, porque éste también es un estudiante que tiene derecho a la educación y eso incluye aprender a comportarse sin agredir a terceros. Dos, usualmente al eliminar a un agresor aparece otro que ocupa ese rol, y la víctima vuelve a serlo, porque si no se trabaja sobre las razones por las que en un grupo aparecen agresores y agredidos, no se logrará mucho. Por ejemplo, si se trata de un salón al que se le ha incitado a ser competitivo, siempre habrá unos que ganan y otros que pierden, lo que dibuja un escenario de poder, burla y humillación de parte de los vencedores hacia los vencidos. Esos “cargamontones” contra el débil, el indefenso, el que saca bajas notas, el que tiene color de piel o forma de hablar o expresar su sexualidad saliéndose de lo común, será la víctima preferida de los encumbrados como “superiores” en el grupo.
De allí que no se vea mucho bullying en ambientes donde los alumnos aprenden a convivir armoniosamente, respetando las diferencias de modo inclusivo, en el que los profesores tienen una relación horizontal, amable y personalizada con sus alumnos, que los lleva a intervenir cuando ven que hay algo que está perturbando la tranquilidad y el bienestar de cualquiera de sus alumnos.