Mañana, 2 de octubre, que es el quinto aniversario del plebiscito del Acuerdo de Paz en Colombia, si hay algo en que sus ciudadanos están totalmente de acuerdo, es que la paz expresa la realización de su vida nacional. En este primer lustro, en que la paz permanente sigue evadiendo al pueblo cafetero, cada vez más fragmentado, cabría preguntarnos si realmente fue necesario someter a una consulta popular el acuerdo negociado entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC a las órdenes de Rodrigo Londoño “Timochenko”. Aunque desde afuera apostamos por las gestiones políticas y jurídicas por la paz, en el balance del tiempo transcurrido, ¿Acaso no hubiese sido mejor que el acuerdo entrara de iure luego de su firma el 26 de setiembre de 2016, evitando el riesgoso escenario de que fuera rechazado, como que lo fue, para quedar debilitado y luego corregido y ensamblado, y finalmente vuelto a firmar el 24 de noviembre de ese mismo año? Se vio comprensible la actitud política del Estado colombiano ante el marco dominador de una frustración generalizada por varias décadas de violencia para una sociedad que no estaba dispuesta a seguir soportándola, pues era evidente de que ese trágico tiempo transcurrido, que cobró más de 240,000 muertos, había lacerado a muchísimas familias a lo largo y ancho del territorio del país, que la asumieron como una experiencia irrepetible; sin embargo, también es cierto de que el acuerdo tenía serios errores de fondo que tanto preocupaba al exmandatario Álvaro Uribe, mentor de Santos, que ataviado del dicho “más sabe el diablo por viejo que por diablo”, propio del estadista que fue para Colombia en los 8 años que gobernó el país (2002-2010), advertía de las serias concesiones a los guerrilleros. Ahora no costará ningún esfuerzo observar cómo la izquierda cafetera, queriendo ganar agua para su molino, busca avanzar con apoyo exógeno -Foro de Sao Paulo-, hasta haber conspirado para liquidar al gobierno de Iván Duque, también como Santos, discípulo de Uribe. Con disidencias activas de las FARC y el arreglo pendiente con el Ejército de Liberación Nacional - ELN, la paz debilitada, es aún una entelequia en Colombia.
¿Fue necesario el plebiscito de paz en Colombia?
Columna de opinión