Hace 33 años, los asistentes a las salas de cine del mundo se impactaron con una comedia de humor negro que contaba la historia de una pareja, que tras un primer encuentro de cuento de hadas y una previsible boda, convierte su relación en una historia de horror con un final trágico. “La guerra de los Roses” se llama la cinta protagonizada por Michael Douglas y Kathleen Turner, ambos dirigidos por Danny DeVito, película que se nos viene a la memoria al leer en webs, plataformas y diarios el enfrentamiento público y totalmente innecesario entre la actriz y conductora Melissa Paredes y el futbolista Rodrigo Cuba.
En la ficción, los personajes al desencadenarse sus conflictos apelan a los recursos más extremos para quedarse con lo más valioso que ellos comparten: la casa en la que viven, que en su desquiciada pelea ninguno de los dos llegará a disfrutar. En la vida real, Paredes y Cuba, la pareja que es tendencia en páginas web y que ha llevado su “guerra” a los programas de televisión, al parecer no se ha dado cuenta que lo más importante que debe preservar es la hija que tienen, y a este paso, como en la película, terminarán dañando y será muy tarde para remediarlo. ¿En qué aporta que se expongan detalles de sus relaciones personales en medios públicos para solucionar un problema estrictamente familiar? ¿Realmente creen que saliendo a contar detalles de situaciones incómodas servirá para destruir la imagen de una y levantar al otro? La opinión pública, esa que escribe en redes y en plataformas, o la que desde su casa saca conclusiones de vidas que no conocen, así le den miles de explicaciones, siempre tendrán su propia opinión, nunca se le va a contentar, entonces será inútil querer cambiarle su chip.
Los conflictos legales entre parejas, en los que estén involucrados hijos, deben ser resueltos en los tribunales, en las instancias pertinentes no en el terreno del chisme y el exceso. Una niña está en medio de todo, y que aunque aparentemente es feliz y no se da cuenta de nada, hay heridas que aparecen con el tiempo y que fueron provocadas por quienes siempre dijeron que más la quieren. Eso no hay que olvidarlo.