Mirando atónitos la conflagración bélica entre Rusia y Ucrania que va por los 65 días, diremos que la guerra es la negación de la paz. Aunque luego de ella vendrá un tiempo de tranquilidad, la guerra deja secuelas y éstas son tan indelebles como la sangre inscrita en el corazón de los deudos por los seres perdidos en los campos de batalla. Es verdad que siempre hubo guerras en la historia de la sociedad internacional, pero eso no significa que debamos creerlas inexorables. No. La guerra, que siempre debe evitarse, supondrá lo mismo que el esfuerzo humano por siempre mantener la paz como reza el objeto de la ONU. Todas las guerras tienen a la violencia como regla por eso no hay guerras buenas, aunque sean justas. Hay quienes son más propensos a querer las guerras y aquí no me refiero a los traficantes de armas sino a aquellos que viven extasiados porque sucedan como A. Hitler. En las guerras no es que haya buenos y malos. Nada de eso. Las partes en un combate tienen por delante sus causas aunque estén equivocadas. En medio de las guerras si resulta admirable la convicción de los que en ella participan hasta morir por sus causas como Grau, Bolognesi o Quiñones. Se creyó que conforme la vida internacional ingresaba al siglo XXI dominado por los avances científicos y tecnológicos y las nuevas reglas del convencionalismo y del derecho internacional, entonces nos íbamos a librar de las guerras creídas solo entre salvajes. Craso error. Los pueblos con sus gobernantes, cada vez más sensatos y atestados de códigos y reglas de trato social, deciden las guerras para tener más poder y volverse hegemones. No es verdad que las guerras todo lo permitan por lo que en ellas no todo vale. El derecho internacional humanitario (DIH) es el derecho de la guerra por lo que no existe DIH en tiempos de paz; además, el DIH no evita las guerras porque sólo existe cuando éstas suceden, de allí que el DIH atenúa los actos de guerra únicamente para proteger a quienes están en medio de la guerra (civiles) y no combaten. Por tanto, donde haya guerras o conflictos entonces habrá DIH. Finalmente, hoy la paz no es una aspiración sino una obligación. Por eso, el principio de solución pacífica de controversias es una norma de ius cogens, es decir, un imperativo categórico de cumplimiento obligatorio y por eso también las guerras ya no se declaran.
La guerra que vivimos por Miguel Ángel Rodríguez Mackay (OPINIÓN)
Columna de opinión | Internacionalista