En Princeton y UCLA encontraron que estudiantes que para tomar apuntes usan laptops tuvieron menor entendimiento (medido en pruebas estandarizadas), que quienes tomaban apuntes a mano.
Los alumnos pueden teclear más rápido de lo que pueden escribir, y su mente no alcanza a procesar lo que dice el profesor (convirtiéndolos en mecanógrafos sin entender el contenido). En cambio, los que escribían a mano producían textos más sucintos, pero incluían los temas destacados que se discutieron en la clase y tenían una mayor retención de lo discutido.
En la U. de York y la U. McMaster de Canadá se encontró que quien usa laptops se distrae más con salidas fuera del tema de clase que los que no las usan, y retienen menos lo tratado en clase.
Además, el aprendizaje de quienes estaban sentados cerca de esos usuarios de computadoras, así ellos no las usaran, también se ve afectado negativamente a manera de “externalidad negativa” por la contaminación sonora (ruido del vecino) y visual: quienes están cerca ven la pantalla del vecino. (“Laptops Are Great. But Not During a Lecture or a Meeting”, NYT, Susan Dynarski 22/ 11/ 2017).
Lo interesante de este estudio, que reitera varios similares anteriores, es que evidencia que los usuarios de equipos electrónicos primero los compran y usan, mientras que la investigación demora en documentar su valía o no para el uso deseado (como con el uso de los rayos X desde su invención, que cobró tantas víctimas).
Esto demanda de los docentes poseer una nueva capacidad: la intuición digital calificada, para anticiparse a lo que aún no tiene respaldo científico.