Según la OECD, en los países más ricos el 30% de los adolescentes no alcanza la competencia en al menos matemáticas, lectura o ciencias. En los países pobres solo una cuarta parte de los alumnos de secundaria lo logran.
Esto se ha mantenido así durante los últimos 15 años, pese a los miles de millones gastados en informática en las escuelas que cada vez se orientan más a utilizar software personalizado promovido por Mark Zuckerberg y Bill Gates. Sin embargo, esto solo traerá un cambio si se modifican los paradigmas de la enseñanza y la tecnología esté al servicio de la enseñanza y no al revés. (“How the science of learning can get the best out of edtech”, The Economist, Jul 22nd 2017)
Manejados mal, los dispositivos pueden distraer más que aportar. Una manera de hacerlo bien es mediante la enseñanza personalizada que se está experimentando en cientos de escuelas norteamericanas de distritos escolares comprometidos con introducir el “aprendizaje digital personalizado”. En la India, un software como Mindspark puede identificar lo que un niño sabe y plantear las preguntas compatibles con eso, lo cual está evidenciando ciertas ganancias en matemáticas y lectura.
Otra forma es reemplazar el uso de libros de texto por material y pruebas online como se está haciendo en algunas escuelas de California, a la par que se evalúa el progreso de los niños, descargando esa tarea de los profesores, quienes en cambio pueden visualizar mejor lo que pasa con cada alumno.
Este buen uso de la tecnología sigue dependiendo de los profesores, ya que estos siguen siendo cruciales para el aprendizaje de los alumnos.