El presidente electo Pedro Castillo tiene la gran responsabilidad de dirigir los destinos del país en uno de los momentos más críticos de su historia. Es evidente que las prioridades son contener la pandemia del coronavirus, resolver los problemas económicos y buscar una solución para que los estudiantes vuelvan a las aulas. Lo demás serán atajos peligrosos que lo alejarán del objetivo.
Esto obliga al próximo jefe de Estado a trascender en el corto plazo y a buscar puntos de acuerdo con otros movimientos políticos, fuerzas sociales y gremios. Solo ello convertirá a su Gobierno en una alternativa seria y no quedarse en un simple conglomerado de extremistas.
El desafío de Castillo es demostrar que está en capacidad de darle al país gobernabilidad, estabilidad política y económica, seguridad jurídica y fundamentalmente garantizar las libertades. Debe honrar su compromiso de gobernar para todos los peruanos, quienes en su gran mayoría rechazan recetas desfasadas, retrógradas y atentatorias contra la democracia, que están en el ideario de Perú Libre. No puede ceder ante las presiones de Vladimir Cerrón ni otros líderes de su partido, quienes quieren tirar al abismo nuestro sistema.
En su primer mensaje, luego de ser proclamado presidente electo, apuntó a la reconciliación antes que a la confrontación, un gesto que sintoniza más con la mayor parte de peruanos.