Sin duda el premier Guido Bellido representa muy bien al funcionario “modelo” del precario gobierno de Pedro Castillo. No solo lo hemos visto en su faceta de filoterrorista por sus alabanzas a la senderista Edith Lagos; y en la de machista y misógino tras sus agravios a la congresista Patricia Chirinos y por extensión a todas las mujeres, algo que no ha indignado ni movido un pelo a las feministas del Twitter que antes hacían mucho ruido, lo cual estaba muy bien.
El martes lo vimos como un energúmeno diciéndole a un reportero de Latina que se lave las orejas porque insistió en hacerle preguntas que no eran de su agrado. Todos los vimos, primero en sus intentos de desviar la atención de los periodistas al hablar el quechua y luego faltando el respeto a un ciudadano que hace su trabajo, más allá de si es o no periodista. Es lo de menos. Acá tenemos, pues, al número dos del gobierno de Castillo, aunque haya sido puesto por Vladimir Cerrón.
Estoy seguro que ni el propio Bellido sabe qué hace en ese cargo, cuando sus mayores “méritos” han sido defender terrucos en redes sociales y en una entrevista televisiva que lo lanzó a la fama por filosenderista; organizar una colecta para el pago de la reparación civil de su jefe Cerrón, condenado por corrupción; estar empapelado por sus nexos con “Los dinámicos del centro” y no exhibir ningún logro académico o profesional antes de estar al frente de las riendas de país desde la Presidencia del Consejo de Ministros.
Si vemos la clase de premier que tenemos, quizá encontremos la explicación a nombramientos como los realizados en los últimos días en instituciones como Essalud, la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI) e Indecopi, a donde ha caído Julián Palacín Jr., un abogado sin experiencia en el ámbito de la libre competencia y la defensa del consumidor. El único que le tiene fe es su padre, quien ayer lo defendió y destacó sus “virtudes” a través de una entrevista radial. Patético.
Y si vamos más allá, qué más podemos esperar los peruanos si el propio presidente Castillo saltó a la fama por encabezar una huelga de profesores radicales que, entre otras cosas, se negaban a ser evaluados para medir sus capacidades y aumentarles los sueldos en función a sus méritos. En la actual bancada de Perú Libre hay varios desaprobados y recontra desaprobados. Estábamos advertidos de lo que se venía, pero a la mayoría poco le importó.
Por vacaciones, esta columna dejará de publicarse por dos semanas.