Algún día Acción Popular fue un partido importante. Tuvo un líder y fundador como Fernando Belaunde que con sus virtudes e inmensos defectos fue presidente del Perú dos veces. Años más tarde otro de sus miembros, Valentín Paniagua, llegó a ser mandatario de transición tras la caída del régimen de Alberto Fujimori, con lo que la lampa trató de resucitar, algo que pareció ocurrir recién en 2016 con la candidatura presidencial de Alfredo Barnechea, guste o no. Al menos estaban vivos.
Dos años después vino el triunfo electoral en Lima de Jorge Muñoz. En los comicios congresales de 2020 fueron la primera minoría, lo que les permitió poner como titular del Poder Legislativo a Manuel Merino. Sin embargo, ya en la bancada acciopopulista de ese parlamento transitorio se notaba que el partido era una malagua sin forma, sin rumbo y que todos hacían lo que les daba la gana ante las diversas facciones que había y hay hasta hoy, y la falta de dirigencia reconocida legalmente.
Fue en ese Congreso transitorio que un acciopopulista salió a decir en una radio que en Puno estaban “rociando” el virus del COVID-19 desde avionetas. ¿Lo recuerdan? En eso se había convertido parte de AP. En las elecciones generales de 2021 obtuvieron una bancada importante supuestamente de centro, pero en ella venía de contrabando ese grupo de sujetos a los que hoy se conoce con el alias de “Los Niños”, tránsfugas que estarían apoyando al gobierno, aunque no de forma desinteresada.
Estos personajes que son al menos seis, están claramente identificados. Incluso la Fiscalía de la Nación los tiene bajo investigación por beneficiarse con el direccionamiento de obras y la colocación de gente de su entorno en puestos claves, todo a cambio de apoyar al régimen incompetente y corrupto de Pedro Castillo, quien desde el poder mueve al Estado para blindarse junto con su familia y amigos. Son los que han salvado con sus votos al profesor y a varios de sus ministros cuando se les ha querido mandar a sus casas.
Sin embargo, “Los niños” siguen en funciones y cobrando sus sueldos. Integran comisiones, votan, opinan, intervienen y hasta dan cátedra de decencia cada vez que les ponen un micrófono por delante. En eso se ha convertido no solo Acción Popular, sino también este Congreso que no es capaz de sacar a esta gente y poner en su lugar a los respectivos accesitarios. Sin duda el más feliz con todo esto es Castillo, el que a cambio de un plato de lentejas tiene como aliados a quienes fueron elegidos para ser oposición.