Mientras el conteo de votos sigue dentro de lo que establecen las normas electorales, razón por la que nadie tendría por qué cuestionar el proceso que vemos estos días que solo busca respetar la decisión de los ciudadanos, el partido Perú Libre debería actuar con seriedad y responsabilidad, y dar señales claras de qué medidas en materia económica tomaría si es que llega a ser declarado ganador de la segunda vuelta sobre Fuerza Popular.
Hace unos días el economista Pedro Francke, miembro del equipo técnico de Perú Libre, publicó una declaración en la que afirmaba que en un eventual gobierno de Pedro Castillo no habría estatizaciones, nacionalizaciones, confiscación de ahorros, prohibición de importaciones ni control de tipo de cambio, y que más bien se mantendría la autonomía del Banco Central de Reserva. En otras palabras, señaló que el terreno estaría parejo, que no seríamos la nueva Venezuela de la región.
Hasta allí muy bien. Sin embargo, lo dicho por Francke va en contra del plan de gobierno incendiario de Castillo y su padre político Vladimir Cerrón, que es quien realmente manda. Además, no se sabe si el economista se ha pronunciado a título personal, en nombre del partido o del candidato presidencial, teniendo en cuenta que la informalidad e improvisación vistas hasta ahora en la tienda del lápiz son ya conocidas por los peruanos. ¿A quién le creemos?
Mientras sigue el conteo de votos tras la segunda vuelta, el país necesita tranquilidad. Si Francke ha querido ir por ese lado, debería completar el mensaje y señalar en nombre de quién se ha pronunciado. Cuando se está en una segunda vuelta, no se puede seguir actuando con la misma ligereza mostrada en la campaña, en que nadie podía conocer aspectos concretos de las propuestas del candidato marxista leninista, quien además no dio entrevistas para evitar los papelones.
Lo que haga Perú Libre con nuestro país si es que gana, es un enigma. Pese a eso casi la mitad de los peruanos ha votado por ellos. Ahora, en tiempos de incertidumbre electoral, los del lápiz al menos deberían dejar de lado la improvisación en materia económica y hablar fuerte y claro, como nunca lo han hecho, salvo para dar propuestas como las aplicadas en Cuba en los años 60.