En mi experiencia como observador electoral internacional -participé en las parlamentarias de Venezuela en 2015 en que la oposición recuperó la Asamblea Nacional tomada el chavismo, y en el plebiscito por el Acuerdo de Paz en Colombia al año siguiente, entre otros-, no he visto un acto de sufragio más escandaloso y marginal que las elecciones de hoy en Nicaragua, cuyo proceso todos sabemos que es una completa farsa porque Daniel Ortega ha hecho todo de tal manera que la votación de hoy, está totalmente manipulada. Ortega no tiene escrúpulos y ha llegado hasta las elecciones de hoy, inmutable. Nada lo amilana y sabe que mientras aplique medidas populistas y represivas, el pueblo totalmente doblegado, no hará nada para promover su caída, porque sabe que las represalias de Ortega son como salvajes. En efecto, Ortega busca asegurar de que su actuación política sea temida porque solamente así podrá dominar a las personas y consumar su perpetuación en el poder, sin mayores problemas. No le importa que la población nicaragüense lo desprecie porque sabe que teniendo poder podría dar rienda suelta a sus caprichos y obsecuencia de siempre. Las elecciones de hoy, entonces, son una completa burla para la democracia y no he visto un solo párrafo de la cancillería peruana que condene la farsa que tira al tacho la voluntad popular, que es la voluntad del soberano, es decir, el pueblo. Para las pseudo elecciones de hoy, Ortega se ha encargado de que sus opositores políticos se hallen entre rejas, lo que la mayoritaria comunidad internacional viene censurando con firmeza. El régimen de Ortega no debe ser rechazado porque sea de izquierda. Verlo así sería mostrar una carga de prejuicios imperdonables. No. Lo debe ser porque es un gobierno que no respeta la democracia y se vale de la práctica de la represión, su arma más poderosa para el control social. En el escándalo político más grave, ha hecho sociedad con su esposa, Rosario Murillo, que detenta el cargo de vicepresidenta de Nicaragua, en la idea de asegurar que el poder siempre quede en sus manos. El proceso de hoy debe alertar al mundo y los observadores de elecciones, siempre sin hipotecas, debemos cerrar filas con la democracia que hoy no existe en Nicaragua.
Nicaragua y la vergüenza electoral latinoamericana
Columna de opinión