Qué inocentes aquellos que creyeron que este año habría elecciones limpias y transparentes en Venezuela, y que la mafia chavista que maneja todas las instituciones iba a permitir la postulación de la candidata unitaria de la oposición, María Cristina Machado, quien sin duda arrasaría en los resultados y firmaría desde su primer día en el poder la partida de defunción de la “revolución” corrupta y criminal que empezó en 1999 con Hugo Chávez y ha continuado hasta hoy con Nicolás Maduro.
El viernes último el Tribunal Supremo de Justicia con magistrados títeres del chavismo, ha confirmado el impedimento de la postulación de Machado, con lo que Maduro tiene la cancha libre para ganar nuevamente las elecciones y quedarse en el poder desde el 2025 hasta el 2031, lo que alargaría aún más la pesadilla de los venezolanos que viven en medio de un gran desastre humanitario que ha llevado a millones a migrar en las peores condiciones y con la ropa que traían puesta.
Era claro que el chavismo no iba a permitir elecciones con un mínimo de garantías democráticas, pues los cabecillas de la banda, empezando por Maduro y el rabioso Diosdado Cabello, saben que al día siguiente de dejar el poder, si no logran huir a algún otro país paria como Cuba, Nicaragua, Irán o Yemén, sin duda irían a parar a la cárcel por asesinos y ladrones. Inexplicable que hasta el Departamento de Estado de Estados Unidos haya creído en algún momento que los comicios de este año serían limpios.
La popularidad de la señora Machado tiene alarmada a la cúpula chavista que la ha anulado al caballazo, pues sí la ve como un peligro a diferencia de lo que pasó en años anteriores con otros líderes de la oposición como Henrique Capriles, Leopoldo López o Juan Guaidó, que finalmente terminaron defraudando las expectativas de los venezolanos que en su gran mayoría viven en medio de un drama político, económico, social y humanitario a pesar de sus millonarias reservas de petróleo.
Las democracias del mundo no pueden quedarse de brazos cruzados ante esta nueva arremetida de la mafia chavista que lleva 25 años en el poder, con las gravísimas consecuencias que eso implica dentro de Venezuela y también en otros países como el Perú, donde padecemos los efectos de una inmigración descontrolada en la que se han infiltrados salvajes criminales que han venido a agravar la ola de inseguridad. ¿Dirá algo el gobierno de Dina Boluarte ante este nuevo atropello del chavismo?