¿Qué tienen en común los sistemas educativos de Finlandia, Japón, Taiwán, Corea del Sur, Croacia, Israel, Singapur, Alemania, República Checa, Reggio Emilia (Italia), entre otros que son reconocidos por su buena educación? Estos son países destruidos en la Segunda Guerra Mundial o creados como países independientes -luego de ella o al caer la URSS- que tuvieron la necesidad y oportunidad de gestar una visión de futuro que rompiera con las tradiciones de los regímenes pasados y gestara una nueva visión del país deseado. En ese contexto pudieron organizar su sistema educativo para responder a los retos de esa visión de país y del imaginario de su nueva sociedad. Siglos atrás ya había ocurrido con Francia luego de la Revolución Francesa y EE.UU. luego de la Guerra Civil.
En cambio, países que no han tenido una fractura o disrupción importante en su historia han seguido con los paradigmas que dieron origen a su educación en el siglo XIX, y tienen una enorme dificultad de reformarla y reformular su visión de sociedad y del sistema educativo que responda a ella.
América Latina dejó pasar la oportunidad para hacerlo hace no mucho después de la triste página de los gobiernos militares que tuvieron prácticamente todos los países al sur de México. El Perú no lo hizo después de Velasco ni después de la derrota de Sendero Luminoso. Perdimos nuestra oportunidad de consolidar nuestra democracia, reformar el Estado para que sea eficiente y eficaz, y crear un sistema educativo potente, innovador, de vanguardia.
No es tarde para hacerlo aunque por ahora el liderazgo político y empresarial todavía “no la ve”.