La máxima instancia de la justicia de Venezuela ha negado la extradición de la ciudadana de ese país Jorgelys Viloria Martínez, implicada en el brutal secuestro con torturas y asesinato cometido en el Perú contra el odontólogo Christian Quispe Culqui, lo que deja un pésimo precedente pues con fallos de ese tipo, Caracas impediría a la justicia peruana sancionar a los criminales que han llegado a estas tierras, que no son pocos.
El problema acá, para empezar, es que nuestras fronteras son una coladera, lo que permitiría a cualquier delincuente venezolano escapar, llegar a su país y librarse del brazo de la justicia peruana, como es el caso de esta mujer que fue arrestada en su país luego del secuestro y asesinato del odontólogo, cuyo cuerpo fue abandonado en un descampado al sur de Lima. Recordemos los dramáticos videos que recibió su familia, a la que pedía que pague el rescate exigido.
Si el feminicida venezolano Sergio Tarache pudo ser traído al Perú, fue porque cayó en Colombia, al igual que su compatriota Wanda del Valle, quien en teoría debería ser enviada a Lima para que asuma su responsabilidad penal por sus nexos con “Maldito Cris” y la acusación que pesa sobre ella por presuntamente haber ordenado la muerte de un oficial de la Policía Nacional. De haber llegado a Venezuela, quizá otra pudo ser la historia.
Los delincuentes venezolanos ya saben que si llegan a su país porque lograron pasar la frontera, quizá con la ayuda de algún juez o algún fiscal que les dio comparecencia en lugar de mandarlos a la cárcel de forma preventiva, solo serían juzgados en su país quién sabe de qué manera, como será el caso de la secuestradora Viloria Martínez, y no pagarán, como corresponde, en el lugar donde han cometido los crímenes por los que son requeridos.
El Perú debería protestar por esta decisión de la justicia venezolana de no mandar de vuelta a esta criminal a la que acá, sin duda, se le hubiera impuesto cadena perpetua que este secuestro cometido hace menos de un año y que fue uno de los tantos que vienen cometiendo hampones llegados desde “el paraíso socialista” del continente, que supuestamente iba a producir “nuevos hombres y mujeres”, un cuento que ya pocos creen.