Que los hinchas no crean que Juan Reynoso se quiere quedar como técnico de Perú sólo porque confía en su proyecto y no por el dinero, es una analogía de los ciudadanos con relación a los congresistas que recibieron un bono de 9900 soles porque trabajan más de 8 horas al día y no porque se aprovechan del cargo. Tal vez por eso gozan de una popularidad rancia.
Reynoso quiere hacer respetar su contrato por el que -de seguro- dejó de lado otras oportunidades laborales; mientras tanto, los legisladores refieren que por tratarse de una labor exclusiva -que les impide desenvolverse en otras cosas-, esta merma en sus ingresos mensuales. Si ambos sabían cómo era el trabajo, ¿por qué postular al mismo?
Reynoso no mira las encuestas: sólo el 6% aprueba su gestión y un 8% cree que debería continuar al mando de la selección, según la evaluación de Ipsos para Perú21. Curiosamente, los parlamentarios tampoco sienten el calor de la calle: tienen el mismo porcentaje de aceptación que el técnico de la bicolor, según IEP de La República. Ya sabemos los motivos.
Reynoso trabaja para la Federación Peruana de Fútbol (FPF), un ente privado del cual todos nos creemos accionistas, pero no tenemos mando. El Congreso labora para el país, un ámbito público del que quisiéramos ser parte, pero nos sentimos ajenos. Al primero lo pueden despedir por ineficiente; al segundo, cerrar por abusivo.
Por razones tan penosas, tanto Reynoso como el Legislativo pueden continuar en sus puestos sin mostrar resultados óptimos para el cargo que se desenvuelven. ¿Acaso el técnico peruano no firmó un contrato por un proceso largo?¿Los parlamentarios no fueron elegidos por 5 años? ¿Los peruanos sabemos escoger? Es terrible, pero real.