Cerca de mil soldados ucranianos no tuvieron otra alternativa que rendirse en la acería de Azovstal, en Mariupol, luego de que dicho espacio fuera tomado por las fuerzas de Moscú. La resistencia se hizo con dignidad como corresponde a los combatientes y ahora en la condición de prisioneros de guerra sigue exigir a Rusia el escrupuloso respeto y cumplimiento de las reglas del derecho de la guerra establecidas en los Convenios de Ginebra de 1949 sobre Derecho Internacional Humanitario – DIH. Las noticias que llegan hasta occidente rumorean hasta de ejecuciones por parte del ejército ruso, pero realmente no deberíamos efectuar análisis sobre la base de los referidos rumores porque terminamos dominados por la subjetividad y tergiversando los hechos. Si, creo, que la comunidad internacional debe estar en posición de máxima atención por el tratamiento que Rusia dé a los prisioneros porque se trata de seres humanos en situación de menoscabo y de vulnerabilidad. La toma de Azovstal tampoco debe verse como la victoria rusa sobre Ucrania. El territorio de este país es más grande que solo el espacio de la acería y nada está dicho aún. Es verdad que Vladmir Putin debe estar bailando en un pie pues luego de bombardear con total ensañamiento dicho espacio territorial ucraniano, por fin ha podido conseguir una victoria militar parcial que no acaba la guerra ni significa el empoderamiento completo de Moscú. Estaba claro de que Putin estaba buscando la foto de una victoria para no seguir siendo incriminado políticamente por sus opositores en Moscú -hay una suerte de atenuación de las presiones que ha venido soportando desde que se inició una guerra que creyeron sería liquidada en horas o días-, pero también lo es que si no consigue la victoria total sobre Ucrania, su cabeza tiene precio por los halcones del Kremlin que por más que se han venido mostrando tolerantes, no parece de que persistan en esa sola idea, dada las enormes afectaciones económicas que viene soportando el país por las sanciones sistemática de EE.UU. y de sus aliados. No haber llegado a tomar Kiev, la capital, sigue siendo el signo visible de la incertidumbre del pueblo ruso que no entiende como Goliat no pueda doblegar al ejército ucraniano en condiciones reales desventajosas. Así va la guerra.
Rusia: la toma de Azovstal no es la victoria por Miguel Ángel Rodríguez Mackay (OPINIÓN)
Columna de opinión | Internacionalista