Sería inocente, imprudente o hasta cómplice del terrorismo salir a afirmar que tras la muerte del cabecilla senderista Abimael Guzmán, su “doctrina” de odio y sangre quedará sepultada o incinerada para siempre, especialmente cuando nuestro Perú acaba de ser tomado por un gobierno marxista leninista infectado con personajes que no solo muestran simpatías por el accionar de Sendero Luminoso, sino que también tiene gente cuyos nombres aparece relacionado con atentados dinamiteros.
Si ya cometimos el error de creer que tras la captura y derrota militar de Guzmán y su cúpula el problema había llegado a su fin, no volvamos a tropezar con la misma piedra al imaginar que ahora sí, con el viaje al infierno que acaba de emprender este criminal, la página tendrá que ser volteada para siempre. Esta secta maoísta sigue viva y lo seguirá, pero ya no solo en cárceles, guaridas o pestilentes alcantarillas, sino ahora también en los mismísimos pasillos del poder.
Con la muerte de Guzmán el Perú no puede respirar tranquilo, si tiene a un titular del Consejo de Ministros como Guido Bellido, un admirador de la senderista Edith Lagos capaz de enfrentarse a una periodista que cuestiona el accionar senderista; o a Iber Maraví haciendo de ministro de Trabajo y Promoción del Empleo pese a sus antecedentes explosivos. Ambos cuentan con el respaldo del presidente Pedro Castillo, salido a la luz pública de la mano de un sindicato que es parte del Movadef.
Ningún peruano puede creer que la pesadilla terrorista iniciada el 17 de mayo de 1980 en Chuschi, Ayacucho, ha llegado a su fin, cuando un sujeto como César Tito Rojas, rostro visible del Movadef en Puno y muy cercado al propio presidente Castillo, entra como si nada a Palacio de Gobierno. Lamentablemente hemos caído en manos de esta gente para espanto de todos los ciudadanos que recordamos muy bien lo que significan nauseabundas denominaciones como Sendero Luminoso o MRTA.
Por estos días muchos integrantes del gobierno de Castillo se han esmerado en usar adjetivos en redes sociales para tratar de mostrar distancia con el carnicero muerto y su banda de criminales. Sin embargo, todo suena falso desde que aceptan ser parte de una administración que tiene como número dos a un personaje como Bellido y admiten en el gabinete ministerial a Maraví. Es verdad que no tienen condenas en su contra, pero desde el punto de vista ético y político, eso es inaceptable.